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En abril más de 5,3 millones de personas perdieron su empleo por la cuarentena, lo que ha disparado la tasa de desempleo a 19,8% la más alta en las tres últimas décadas
Colombia se apresta a vivir una de los peores momentos económicos de su historia reciente: el PIB del segundo trimestre del año será negativo entre -4% y -9%; la deuda externa se disparará de 43% del PIB a más de 50%; la devaluación de la moneda en lo corrido del año ha alcanzado 13,61%, y lo que es peor, la tasa de desempleo de abril pasado ha llegado a 19,8%.
Un panorama nada alentador que puede empeorar cuando se conozcan las cifras del trimestre comprendido entre abril y junio que abarcan los meses de cuarentena, que seguramente serán peores.
La otra cara de la moneda es que el país ha manejado bien la crisis sanitaria y si se compara con los vecinos las cosas van mucho mejor, pero el costo de las medidas de aislamiento adoptadas ya le pasaron la cuenta de cobro a la economía. Situación que comprueba que el dilema planteado entre “salud y economía”, no solo era falso, sino que allí radicaba el enfoque de manejo del problema pandémico.
Colombia copió a raja tabla las medidas que iban adoptando otros países, incluso primero que varias economías desarrolladas, que pronto entendieron que al cerrar la economía para enfrentar los contagios les llegaría una cuenta de cobro mayor con el paso de las semanas. El Gobierno Nacional lo ha hecho bien y se puede plantear que su papel de intervención debe ir pasando a un plano secundario para que sean todos los sectores lo que retomen sus dinámicas con nuevos bríos, pues hay condiciones financieras para reiniciar los negocios con plenitud.
Ahora, la pelota está en terreno de juego de las personas que no solo han sido sensibilizadas en el peligro del contagio, sino que han recibido ayudas económicas para aliviar la situación. Ha llegado la fase de la autoprotección, del autocuidado y de la puesta en marcha del cuidado colectivo por parte del transporte público y el comercio para que poco a poco todo vuelva a la nueva normalidad.
La cuarentena ya jugó su papel y en términos generales ha funcionado en quitarle el ritmo a los contagios, pero ha dañado gravemente la economía haciéndole perder crecimiento y disparando el desempleo.
Puede ser que cuando lleguen las cifras de mayo la tasa de desempleo supere 20% y el número de desempleados no sean 4,1 millones sino 4,5, pero con el paso de los meses y del nuevo engranaje, las cosas mejorarán despacio. Lo más probable es que este año y el otro, la tasa no vuelva a un dígito como ocurría hasta hace solo dos años, pero sí irá disminuyendo.
La disparada debe explicarse en dos sentidos: bajo el supuesto de la diáspora venezolana y la larga cuarentena, no obstante, hay un factor de sumo cuidado que enciende las alarmas y es que muchas empresas están en estado de quiebra técnica y no hay manera de que contraten o reactiven sus planes de crecimiento o exportaciones.
Es grave que el cierre o la quiebra de empresas se sume a la diáspora venezolana y a la cuarentena, lo que sería un retroceso económico sin igual en la historia colombiana. El Gobierno Nacional debe mover sus fichas, hacer una reforma laboral que facilite la contratación, proteja las empresas y modernice el obsoleto régimen de contratación; sino apura esta reforma en el Congreso, las cosas pueden empeorar y hacer que la crisis del desempleo se vuelva crónica por no haber facilitado nuevos mecanismos de contratación.
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