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EDITORIAL

La cumbre del agro en Casa de Nariño

sábado, 8 de marzo de 2014
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Ojalá el Presidente y sus ministros de economía revisen a fondo los parafiscales y la efectividad de los gremios.

El paro campesino y agropecuario del año pasado puso al descubierto que una cosa piensan y dicen los gremios del sector y otra muy distinta sus bases conformadas por miles de productores de café, cacao, leche, papa, carne y panela, solo por citar a algunos de los microempresarios del agro más populares. La moraleja de la situación, mal manejada por el Gobierno Nacional en ese momento, fue que el Ministerio de Agricultura puede llegar a acuerdos eficaces con los gremios que se benefician de impuestos parafiscales que pagan todos los colombianos, pero que estas componendas no llegan a todos los productores del común.

Uno de los ejemplos más elocuentes es la crónica diferencia que existe entre la Federación Nacional de Ganaderos, Fedegán, que maneja el parafiscal de la carne y la leche con la exitosa cooperativa de lecheros, Colanta. Dos verdaderas instituciones de los ganaderos de carne y leche que no han podido ponerse de acuerdo sobre el manejo del impuesto a esos productos de primera necesidad. El otro punto de disputa se da entre los cafeteros de Dignidad y los de la Federación Nacional de Cafeteros que son los mismos, pero en distinta orilla política y económica en su interior. Unos usan la agremiación para hacer política de izquierda y pedir subsidios y la Federacafé para promover productividad y competitividad de cara a los mercados internacionales.

Y podemos seguir enumerando disputas internas en el aparato productivo del sector agropecuario, pero la idea no es llover sobre mojado sino advertirle al Presidente y los ministros de la economía, que hay que aplicar verdaderas políticas públicas para refundar el agro colombiano. Las herramientas a usar serán los resultados del censo agropecuario y la hoja de ruta la está escribiendo la llamada Misión Rural. El Presidente no puede caer en la trampa electorera de prometer más subsidios y miles de millones de pesos entregados a dos manos sin ninguna contraprestación de competitividad, ni siquiera de seguridad alimentaria.

El campo necesita un marco institucional fuerte en el que los gobiernos locales, regionales y nacionales aúnen esfuerzos con los microempresarios del agro (campesinos), el sector financiero y los gremios modernos, para poder hacer de Colombia un país con una red productiva próspera que sea una despensa. Obviamente, el posconflicto es un asunto dorsal para la recuperación del campo, en el que la población rural tiene mucho qué decir. La paz de Colombia solo será duradera si las personas que viven del campo y en el campo, cuentan con las condiciones de bienestar que les permita crecer. Cualquier iniciativa que se dé en estos frentes debe cuidarse como una cuota inicial de una paz duradera. 

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