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Son muchos los factores que explican el dólar a $4.627,72, el precio más alto de la historia que es más dañino que beneficioso y se convierte en una causa adicional de inflación y pobreza
La jornada bursátil de ayer no fue normal, el peso alcanzó la devaluación más alta en un solo día de la historia reciente y sumó más pérdidas acumuladas a la debilitada moneda colombiana que en lo corrido del año ha perdido valor en 16%, y que desde el pasado 19 de junio, cuando se conocieron los resultados de las elecciones presidenciales, nunca volvió a experimentar un precio por debajo de los $4.000. Las causas de la pérdida de valor del peso no son exclusivas a lo que le está sucediendo al euro, la libra y todas las monedas emergentes, es decir, se están compartiendo las mismas situaciones derivadas del fortalecimiento del dólar como consecuencia de la inusual alza de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal, la inflación global, el precio del petróleo, y claro está, la guerra en Ucrania.
Las llamadas externalidades explican el grueso de la globalizada devaluación, pero también hay un componente local que vale la pena identificar. La Junta Directiva del Banco de la República no ha logrado bajar la inflación que sube sin parar desde noviembre del año pasado; la subida de tasas ha sido errática, sin resultados a la vista, unas veces ajustan un punto, otras medio, pero no han logrado cogerle la vena al elevado índice de precios al consumidor. La explicación no es otra que la informalidad reinante en la economía, la bancarización concentrada y una hipótesis por comprobar que habla del peso de las economías subterráneas que juegan un papel determinante en muchas economías regionales en donde fluye el dinero producto de más de 200.000 hectáreas dedicadas a la producción de cocaína. La subida de tasas solo afecta a la mitad de la economía siendo optimistas, mientras que el resto no son susceptibles de crédito, no usan tarjeta de crédito o buscan moverse con dinero efectivo y hasta acudiendo a los préstamos informales, muchas veces de oscuros orígenes. Quizá el concepto de bancarización (personas y empresas clientes financieros) debe revisarse a fondo para poder determinar el peso de las decisiones monetarias en la real oferta monetaria.
Pero no se puede negar que las alocuciones, tweets y el derrotero temático del presidente Gustavo Petro sobre la situación de los impuestos, las industrias extractivas, la tenencia de tierras, la carga tributaria de las empresas, la idoneidad e independencia de la Junta Directiva del Banco de la República no están ayudando a tranquilizar el peso; a lo que se suma la mala idea de atajar los llamados “capitales golondrinas” que son una realidad en todos los mercados emergentes.
Petro ha dicho que: “la intención real de subir los intereses internos, en contra de nuestra propuesta, tiene que ver es con evitar salida de capitales por el ascenso de la tasa de interés de los EE.UU. Se podía evitar con un impuesto transitorio de remesas a capitales golondrinas”. Quizá ese tweet fue el que colmó la copa y disparó el dólar a su mayor costo en la historia del país: $4.627,72, un cambio que deja fuera de juego a muchos consumidores de importados, a grandes empresas que adquieren productos y servicios en el exterior y que ineludiblemente empobrece al colombiano en el concierto internacional. Es básico: el Gobierno Nacional ya ajusta dos meses al frente de las riendas de Colombia y cada una de sus posiciones determina la historia económica en el mediano plazo.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados