La disrupción en el consumo de noticias

Se conocieron los resultados del informe Digital News Report 2017, elaborado por Reuters Institute for the Study of Journalism de Oxford University, que es la mayor investigación mundial sobre tendencias de consumo de información, basado en 70.000 encuestas realizadas en 36 países; las conclusiones son refrescantes para los medios tradicionales de comunicación, pero al mismo tiempo preocupantes para el negocio. Una de las grandes conclusiones es que a pesar de la influencia de las redes sociales como canales de comunicación masivos o interfaces de información, los medios tradicionales siguen gozando de la confianza de las audiencias en todos los formatos como proveedores creíbles de noticias de calidad. Al tiempo que se valora a las empresas informativas con experiencia porque son más útiles que las redes sociales al momento de diferenciar los hechos ciertos de mentiras, bulos y manipulaciones, justo en tiempos de postverdad. Sin embargo, hay una alerta a las organizaciones informativas en términos económicos porque atraviesan crisis en sus ingresos comerciales por la disminuida inversión publicitaria y el dilema de pago de sus contenidos en las redes.
El estudio, que próximamente incluirá a Colombia dentro de sus análisis, identifica que WhatsApp ocupa un lugar de privilegio en todo el mundo como medio de comunicación para compartir o comentar noticias (también para ver y oír), al pasar de 26% a 32% entre los usuarios globales, mientras que YouTube repunta de 19% al 26%. Facebook sigue siendo el rey para interactuar con las noticias al llegar a 47%; Twitter retrocede a 18% e Instagram llega a 6%, cerrando el lista de redes sociales tradicionales. Las dos guerras mundiales, más la Guerra Fría, le dejaron a la sociedad los medios tradicionales de información, radio, televisión e internet, que con el paso del tiempo y la apropiación de las nuevas tecnologías informáticas y digitales, le han permitido fusionarse a todos en uno, bajo un mismo canal que son las redes sociales. La voz, la imagen, los textos y la interactividad, están al alcance de un click para cualquier persona en todos los rincones del planeta. Un mismo mensaje llega mucho más enriquecido a través de FaceBook, Youtube, Whatsapp o Instagram, en donde cada usuario se encarga de multiplicarlo en su red individual, generando una nueva situación de comunicación, que rompe con la tradicional ecuación de emisor, mensaje y receptor, pues quien lo recibe no solo lo multiplica, sino que lo enriquece al comentarlo o interpretarlo, generado un nuevo mensaje, que a la postre lo gradúa de receptor a un nuevo emisor, pero con carga subjetiva. Hay una auténtica disrupción en la manera como se consumen las noticias, pero no se puede caer en la noción de que todo lo que llega por los novísimos canales o interfaces tecnológicas obedecen a la realidad.
Algo similar ocurrió en el mercado del arte cuando abundaron las obras, la llamada “gran oferta y gran demanda” que produjo una generación espontánea de curadores, especialistas y reconocidos profesionales que garantizaban que lo que se compraba era original. Ya se ven en las salas de redacción de los medios los fact-chekers y editores experimentados obligados a mirar con lupa los contenidos para dictaminar que sean veraces, que no sean malintencionados o que no obedezcan a una estrategia tendenciosa.