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Antes de 2050, Colombia tiene como objetivo convertirse en un país carbono neutral, pero para lograrlo la llamada economía circular deberá hacer parte de la cultura nacional
Hay una fuerte dicotomía social entre auspiciar el consumo desenfrenado de bienes y servicios, versus compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar toda clase de materiales que a diario hacen la vida más fácil en un mundo marcado por las compras de cosas simples.
La segunda opción es una definición muy simple de lo que es economía circular, esa tendencia que poco a poco se convierte en moda y que se ha instalado entre los más jóvenes, esa generación nacida de 2000 para acá, mucho más consciente de que los empaques, las marcas, el transporte masivo, entre otros usos culturales y sociales, son los motores que destruyen el ambiente de sus países, pero que también generan empleo, ingresos y bienestar de las personas.
Ha terminado la cumbre del clima en Glasgow, la COP26, en medio gran incertidumbre para el mundo, pues los líderes de los países que son la fábricas del mundo (los asiáticos con China a la cabeza) y los que más consumen (Europa y Estados Unidos) no han adoptado compromisos oficiales disruptivos. Para Colombia sí ha sido un gran ejercicio político geoestratégico, no solo por los compromisos adquiridos y expuestos ante el mundo en términos de metas precisas en el logro del carbono neutro antes de 2050, sino en planes específicos de protección del rico ambiente natural del país.
Hubo muy pocos anuncios globales importantes, lo que no indica que el tema haya pasado a un segundo plano. El problema es que el cambio climático, la destrucción de las selvas tropicales, las cada vez más frecuentes sequías, los incendios en varios países, son asuntos que no les seducen o no ven prioritarios muchos gobernantes “babyboomers” o de la “Generación X”; en cambio para los más jóvenes, con grandes retos y nuevas responsabilidades a futuro, como es el caso del presidente, Iván Duque, es una temática fundamental -un compromiso vital- para poder cambiar los derroteros actuales de la economía. Colombia se ha trazado la meta ser carbono neutral y la ha empezado a desarrollar con diferentes iniciativas estatales al lado de las empresas que están implementando sus propias estrategias de sostenibilidad en los procesos. Ese es el camino, que el gobierno de turno y el sector productivo sean dolientes conjuntos de la salud ambiental del país.
Por tanto, no debe ser ajeno profundizar en la economía circular como modelo de producción y consumo en el que compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar productos y servicios existentes sea una constante, de tal manera que se borre la tendencia de “comprar y tirar” y lograr que el ciclo de vida de los productos se extienda, incluso, en un país como Colombia, se desarrolle la solidaridad con aquellos quienes no tienen empleo o el dinero no les alcanza para comprar cosas que a otros les sobra.
En la Andi hay 300 empresas que hacen parte del programa Visión 30/30 que busca cerrar el ciclo de los materiales y no tirar o desechar productos y materiales a media vida, por el solo hecho de consumir y comprar. La economía circular no es exclusiva de las empresas, sino de sectores como el logístico, que se ha convertido en protagonista en los últimos años. La economía colombiana, cada individuo, debe reducir los residuos al mínimo y entender que cuando un producto llega al final de su vida, sus materiales de elaboración deben mantenerse dentro de la economía siempre que sea posible, generando una segunda vida, un segundo uso.
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