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El presidente y candidato inminente a repetir en la Casa Blanca abre otro frente de la guerra arancelaria, ahora con México, un peligroso vaso comunicante con la Alianza del Pacífico
Vía Twitter, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que impondrá aranceles de 5%, hasta 25%, a los productos mexicanos si no se soluciona el problema de la migración. Un desafío imposible máxime si se tiene en cuenta que el problema tiene más de dos siglos. El inesperado anuncio hizo que los inversionistas empezaran a huirle a las inversiones en el mercado emergente, generando fuertes caídas en las bolsas del mundo. Los primeros golpes se sintieron en las cuentas de los fabricantes de automóviles y proveedores de repuestos de Estados Unidos, tales como General Motors y Ford Motor que cayeron 3%. Situación que se suma al 12% de retrocesos del índice S&P Supercomposite Automobiles and Components que se había venido presentando en lo corrido del año y que pone en un estado de máxima alerta al sector automotriz. El nuevo frente de batalla abierto por el Presidente estadounidense es mucho más temerario para las compañías automotrices de su país, pues casi toda la cadena del sector, desde los fabricantes de automóviles hasta los proveedores de partes, tienen una exposición muy grande con México; ese arancel de hasta 25% a las importaciones mexicanas elevaría los costos de todos los vehículos americanos. Más de 28% de la producción norteamericana para este año de General Motors se está fabricando en México y 10% de Ford; cifras bien importantes para los consumidores estadounidenses por los bajos costos. Incluso la mismas vanguardista fábrica de Tesla compra 25% de sus componentes del Model 3 en el país latinoamericano. Otras empresas como Delphi Technologies y Goodyear Tire & Rubber, también verán afectadas sus ventas y su línea de producción que deberá ser remplazada en el continente asiático. Trump lo ha vuelto a hacer y la decisión arancelaria no tiene reversa en lo que resta del año, situación que obligará a la industria mexicana a buscar nuevos mercados donde puede ser más competitiva, especialmente en el resto de Latinoamérica.
Y es que la escalada de este asunto arancelario no se resuelve en los aires de racionalidad que marcan las decisiones en la junta directiva de una empresa. La decisión económica del Ejecutivo estadounidense se ha mezclado con un problema social como es el espinoso tema de los inmigrantes que usan la frontera del Río Grande como puente para alcanzar el “sueño americano”. La situación empeoraría si el homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, le hace frente en los mismos términos y mueve fichas. No suenan bien las palabras del mandatario mexicano en el sentido de que “le propongo profundizar en el diálogo, buscar alternativas de fondo al problema migratorio y, por favor, recuerde que no me falta valor, que no soy cobarde ni timorato sino que actúo por principios: creo en la política que, entre otras cosas, se inventó para evitar la confrontación y la guerra”; palabras escritas en una carta a Trump respondiendo las amenazas de grabar todas las importaciones desde México “hasta que se resuelva el problema de la inmigración ilegal”. No soplan buenos vientos para el comercio global con dos grandes batallas abiertas: una con China y ahora otra con México, esta tensión se va a sentir en la región, pues Latinoamérica se divide entre los países que tiene como destino el comercio a China y los que son dependientes del mercado natural de Estados Unidos. Importante como actúe la Alianza del Pacífico a la cual pertenecen México, Perú, Chile y Colombia.
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