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Las palabras Transmilenio, ciclorruta, pico y placa, parque biblioteca, bolardo y, ahora, Metro, son herencias que no se le pueden negar al Alcalde de Bogotá que termina su mandato
Después de 66 años, un alcalde de Bogotá ha logrado poner a andar la construcción de la primera línea de metro para una metrópoli que alberga a casi 10 millones de habitantes y que responde por más de la cuarta parte de la economía colombiana. Enrique Peñalosa termina su segundo mandato en solo cuatro semanas y su herencia para el Distrito Capital es enorme, así parezca simple esbozarla en solo seis palabras que hay que aceptar, no se conocían o no eran realidad antes de sus dos administraciones. Bolardos, Transmilenio, ciclorruta, pico y placa, parque biblioteca y, ahora, metro elevado, hacen parte de una suerte de glosario que poco a poco se ha exportado a otras ciudades capitales del país y que son un innegable aporte a la buena administración pública. Puede ser que algunas sean más polémicas que otras, pero todas han cumplido su papel en determinados momentos de la historia bogotana. Por ejemplo, no se puede olvidar que gracias a los bolardos se logró que la capital recuperara el espacio público convertido en parqueaderos del comercio; como tampoco que los ciclistas eran unos sujetos de movilidad urbana vergonzantes y que gracias a las ciclorrutas, la bicicleta se ha convertido en todo un descubrimiento de transporte en la ciudad. En el mismo orden de buenas ideas, el Transmilenio bogotano se convirtió en una solución de transporte masivo en casi todas las capitales y que sigue siendo la espina dorsal de la movilidad en Bogotá; con graves problemas de saturación (crisis de éxito), pero con un enorme futuro de crecimiento y de mejoramiento por su eficacia y flexibilidad. Los parques bibliotecas son un referente de ciudad e incluso fueron copiados en distintas ciudades de Colombia y del continente, convirtiéndose en un punto de encuentro y de rediseño urbano en varias zonas otrora abandonadas o tomadas por la delincuencia. El pico y placa es otra de sus herencias como una fórmula para solucionar el alto tráfico vehicular y que, de no adoptarse o copiarse en todas las capitales, la movilidad sería un caos superior al que hoy en día se experimenta.
Finalmente, la sexta palabra es “metro elevado” o simplemente el metro, que es una realidad en la fase de construcción muy a pesar de los palos en la rueda que le seguirán poniendo los adversarios políticos y detractores de oficio. En abril de 2020, el consorcio chino que firmó el contrato, debe empezar las obras civiles bajo la mirada auditora de todo un país que no quiere ni va a frustrarse en esta iniciativa. Peñalosa ha vencido de nuevo el fatalismo y el pesimismo crónico bogotano y el metro elevado será una realidad que le cambiará la cara a la ciudad y convertirá esta megaobra en un pulmón del crecimiento económico. El corredor del metro será la nueva espina dorsal que moverá 25% del PIB. La tierra afectada se valorizará por la demanda de la gente que quiere vivir en esas zonas aledañas o montar comercios de cara a la afluencia de personas diariamente. Habrá 93.000 metros cuadrados nuevos de espacio público que se convertirán en nuevos parques y zonas de movilidad al aire libre. Ya se va Peñalosa en solo cuatro semanas, pero nadie le podrá quitar su aporte a la capital en sus dos administraciones ni mucho menos el haber recuperado el rumbo perdido por la administración durante las tres últimas alcaldías que atrasaron la ciudad en todos los campos.
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