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La economía está llena de vasos que se comunican entre sí, y ahora se demuestra que las acciones de protección de Trump ya tocan las bolsas
El exsecretario del Tesoro estadounidense Henry Paulson fue a quien le correspondió capear la crisis de 2008, de la cual muchos sectores económicos e incluso países no han podido reponerse. Sus conferencias, libros, documentales y películas son muy conocidos en todo el mundo financiero, pero es más notable por sus célebres palabras que hoy vienen como anillo al dedo: “no hay que preguntarse si va a haber una nueva crisis financiera, la pregunta es cuándo va a suceder y dónde será su epicentro”. Y si bien es prematuro calificar lo que está sucediendo en Turquía como una crisis económica de escala mundial, es necesario mirar lo qué dicen los apocalípticos, que siempre ganan promocionando este tipo de eventos catastróficos, y que ven las señales peligrosas para estar atentos sobre el rumbo de los acontecimientos. Tanto la banca multilateral, los centros de pensamiento, los gremios y federaciones de empresas y bancos, como los mismos gobiernos, están en “modo cacería” de cisnes negros que originan las crisis económicas de cuando en cuando, aunque vale la pena aclarar que nadie sabe dónde o cuándo llegará una situación problema. Nassim Taleb, el padre de la teoría del cisne negro, uno de los estudiosos del tema, también ha advertido desde hace una década que las burbujas, los efectos dominós y las jornadas negras siempre se forman de manera muy silenciosa en algún rincón del mundo; más aún, que son procesos simultáneos que no obedecen a una cadena industrial de montaje en línea.
Lo que sucedió el viernes pasado con la moneda de Turquía es un campanazo de atención sobre lo que puede suceder si se dejan juntar situaciones problema o anormales como la guerra de los aranceles, el ataque a las monedas emergentes, la caída de los índices bursátiles y el impacto en los bancos expuestos a divisas débiles. Todo lo anterior es una suerte de componentes de un coctail Molotov que puede caer en una región del mundo inestable como siempre lo ha sido el Estrecho del Bósforo, que está a caballo entre Asia y Europa, que además recoge lo mejor y lo peor de los dos mundos políticos y económicos. El presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, en un lacónico discurso le pidió nuevamente a sus gobernados que cambien “los dólares y el oro que tengan bajo el colchón” para frenar la caída de la lira. Al tiempo que clama: “no teníamos problemas económicos reales, pero fuimos blanco de ondas financieras inestables artificiales (...) No perderemos esta guerra económica. El dólar no puede cortarnos el camino. Responderemos con nuestra moneda nacional”. Mientras tanto, Donald Trump, autorizó subir aranceles a las importaciones de acero y aluminio procedentes de Turquía, que alcanzarán 50% y 20%.
Este tira y afloje arancelario desatado entre Estados Unidos y China inicialmente, ha enrarecido el mercado de las divisas que luchan por no debilitarse frente al dólar, que cada día se hace más fuerte y que por efectos colaterales ha tocado los bancos globales y por ende los índices de las bolsa de valores. Es evidente que el comercio mundial se está desacelerando a pasos agigantados y que los países individualmente están tomando las medidas necesarias para no caer en las tensiones geopolíticas. Por supuesto, las nuevas autoridades económicas deben tener una agenda local para no verse afectados.
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