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La discusión del Plan Nacional de Desarrollo no debe dejar de rediseñar los estratos socioeconómicos que deben ser organizados por ingresos familiares y no por viviendas
El Congreso tiene una oportunidad de oro para rediseñar los obsoletos estratos socioeconómicos creados en 1994 para distribuir los subsidios a los servicios públicos. El país cambió para bien en las dos últimas décadas y se fue urbanizando, la pobreza disminuyó y muchas zonas que eran consideradas de estratos bajos, hoy gozan de ayudas innecesarias solo por el hecho de estar ubicadas en zonas otrora necesitadas. Cada capital de departamentos y los municipios de más de 100.000 habitantes han visto cómo la pauperización ha disminuido y el traslado de colombianos pobres a otro estado ha mejorado.
En hora buena el Plan Nacional de Desarrollo que se empieza a discutir en el Congreso busca repensar los estratos y hacer una mejor redistribución de los escasos subsidios estatales. La estratificación socioeconómica nació como una clasificación de los inmuebles residenciales o viviendas en función de los servicios públicos, metodología usada para cobrar de manera diferencial agua, electricidad y en su momento teléfono; era una manera sana de asignar subsidios y cobrar contribuciones, pero el país cambió y hoy en día se subsidia viviendas con altos ingresos que no los necesitan.
La idea de que quien tiene más puede pagar más por la luz y el agua que consume para ayudar a otros colombianos que tienen menos era loable, pero se equivocó de “cabo a rabo” cuando se planearon los pagos por tipo de vivienda y no por ingresos familiares o de los hogares. Ese error se cometió a mediados de los años 90 cuando el populismo campeaba en la política colombiana y la diferencia de clases sociales o estratos socioeconómicos era el caballo de batalla de muchos presidentes y políticos.
Fue un error que no se ha querido enmendar. Durante el proceso de diseño metodológico se investigaron las características de las viviendas y sus aspectos poblacionales, con el objetivo de establecer características de su situación en materias como salud, trabajo, educación e ingresos; es decir, todo lo que era la calidad de vida. Las vías de acceso a las viviendas determinaron su estratificación y casi todas las viviendas entonces rurales quedaron en estratos bajos y hoy son de personas con altos ingresos.
Las otras características para estratificar eran los tamaños de las casas, andenes, antejardines, garajes y materiales de fachadas y techos, toda una suerte de elementos que hoy no dicen nada de los ingresos de los hogares. Hay amplios sectores y zonas populares en todas las ciudades que han abusado de esta obsoleta clasificación y han mantenido su estrato bajo en detrimento de quienes verdaderamente necesitan ser subsidiados.
La discusión que se apresta a dar el Congreso es histórica si se asume con grandeza y sin populismos. Es urgente que la estratificación se haga con base en los ingresos del hogar porque se ha avanzado en el pago de impuestos y el conocimiento de los ingresos de las personas; factores que ahora son más manejables que antes, cuando las bases de datos no se podrían entrecruzar. La informalidad es siempre el epicentro de todos los males económicos del país. Es coherente que el Gobierno busque dar una buena discusión a la estratificación al tiempo que trate de digitalizar el recaudo de impuestos; dos aristas que se deben cruzar en cualquier momento.