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La tributaria es un mal necesario, el problema es de cuánto y quienes la pagan, pero con la inflación la cosa es a otro precio: desangra a los más pobres y el emisor sube tipos al mercado
¡La inflación ha resucitado! Podría ser el gran titular económico de 2022, gracias a la pandemia que frenó el comercio de alimentos, la fabricación de chips, autopartes y puso a prueba la cadena de suministros global que colapsó a los puertos, incluso aún persiste el problema de los containers en algunos terminales portuarios en el sudoeste asiático. La inflación ha regresado más rápido, se ha disparado de manera más marcada y ha demostrado ser más obstinada y persistente de lo que los principales bancos centrales inicialmente pensaron que era posible.
Después de dominar inicialmente los titulares en los Estados Unidos, el problema se ha convertido en una pieza central de las discusiones políticas en muchas otras economías avanzadas. En la mitad de los 34 países clasificados como economías desarrolladas por World Economic Outlook del Fondo Monetario Internacional, la inflación de todo 2021 estaba por encima de 5%, un dato que no se ha visto en más de 20 años. Los bancos centrales corrieron a decir que era un fenómeno transitorio derivado del covid 19 y que el costo de vida volvería a los niveles prepandemia pasado un trimestre. Y eso no ocurrió.
En cambio, el aumento inflacionario se generalizó en todo el mundo: economías avanzadas, mercados emergentes y economías en desarrollo se empezaron a ver afectadas por una ola de escalada de precios sin precedentes, solo algunos casos puntuales en Asia pareciese estar inmune. Los principales causas difieren de un país a otro; en Estados Unidos el diagnóstico fue de “sobrecalentamiento” como consecuencia de los estímulos fiscales y monetarios que generó el mismo coronavirus. En los países emergentes como Colombia el costo de vida se disparó por el precio de los servicios públicos y los alimentos que perdieron sus ciclos de producción en los últimos dos años; a lo que se sumó el aumento de los precios de las materias primas junto con el aumento de la demanda mundial.
Desde hace un año, los precios del petróleo subieron 77% desde su nivel de diciembre de 2020, lo que encareció los transportes y los fertilizantes. Según el Banco Mundial, durante 2021, los aumentos de los precios de los alimentos superaron 5% en 79% (86 de 109) de las economías emergentes. Y para colmo de males, el único antídoto contra la inflación es subir las tasas de interés, lo que a la postre ha desatado el asedio contra las monedas traducido en devaluación. La inflación se considera un impuesto regresivo que golpea a los más pobres que, por ejemplo, destinan un mayor porcentaje de su ingreso a la compra de alimentos, que, en una coyuntura como la actual, son lo que más han presionado el índice de precios al alza. De acuerdo con el Dane, la variación anual del Índice de Precios al Consumidor, según los niveles de ingresos, fue la siguiente: pobres 11,30%, vulnerables 11,14%, clase media 9,82% e ingresos altos 8,26%. Se trata de cifras superiores a la inflación anual que, en el último año, llegó a 9,67%. Claramente, son más los que pierden que los que ganan con la inflación y mientras el círculo político está concentrado en el monto y el responsable de la reforma tributaria, no hay nada en el camino que busque atajar la inflación más allá de subir las tasas, de nuevo, un antídoto que frena la economía. Es clave entender que la inflación es mucho más mala que la misma tributaria.
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