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Yerra el Gobierno Nacional cuando empieza a hablar de constituyentes y otros cuentos politiqueros de cara a las elecciones, el problema es el crecimiento de la economía
El país político y económico debería estar concentrado hablando de la pertinencia de un plan de recuperación económica que les permita a los colombianos mejorar su estado de bienestar y la disminución de precariedades y no apresurar, precipitar y traer anticipadamente temas presidencialistas. El temor es que la administración nacional traiga el cuento de la constituyente de manera extemporánea por su probada incapacidad de ejecutar presupuestos, hacer obras y dar los resultados esperados por todos. Es increíble que ninguna de las carteras económicas haya liderado un plan contracíclico para enderezar el crecimiento a mayor velocidad y garantizar la generación de empleo y el mayor pago de impuestos derivados de un repunte aupado por el sector productivo. A estas alturas del periodo presidencial es ausente el cuento económico, al que se le antepone lo político, así no tenga sentido en estos momentos de crisis. El Indicador de Seguimiento de la Economía, ISE, del pasado enero dicta que el escaso repunte se debe a la agricultura; es un hecho elocuente que Colombia creció 1,6% anual en enero de 2024, números que sorprendieron a todos, dado que no se esperaba una cifra tan alta en el primer mes, teniendo en cuenta la temporalidad del mismo y cómo cerró el país en 2023 (0,6%). Según el ISE, el crecimiento se explicó por el repunte de 10,3% anual de las actividades primarias. El tema es este: que estos dos dígitos se deben ampliar a todos los sectores, de tal manera que el productivo regrese a números negros.
El Gobierno Nacional debe entender que el momento es económico, no político, y que no debe ser inferior al reto; apostarle a la crispación social en lugar de trabajar por los ingresos de las familias es un error craso al que las urnas le pasarán la cuenta de cobro. Ahora, el presidente ha logrado agitar la situación política y ha obligado a los colombianólogos a entrar en la discusión de la constituyente como la panacea que soluciona los problemas sociales y económicos. El ADN santanderista del político colombiano le obliga a tomar partido en una idea de este tipo; siempre se ha querido cambiar la Constitución para aligerar la solución de cientos de problemas. Los autonómicos verán la oportunidad en ciernes para acelerar el proceso de federalismo y los centralistas, una manera para amarrar más las regiones al epicentro bogotano. Es curioso, Petro lo sabía: poner sobre la mesa la idea de una constituyente haría saltar por los aires el status quo político y que lo que sonaba perverso en un comienzo, empieza a parecer mucho más seductor. Es de esperar por parte del verdadero aparato productivo que el país político no muerda el anzuelo de la crispación y se inmerja en discusiones bizantinas, extemporáneas, llenas de vacíos y palabras al aire, con un tema tan espinoso como una asamblea constituyente. No se puede caer en la tentación populista y politiquera en un momento tan delicado para la economía como actual en el que se necesita más crecimiento que palabras.
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