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Cada vez HAY MÁS voces las que alertan, no solo por la escasez de alimentos, sino por sus costos, una suerte de precio alto ante la poca oferta y la elevada demanda, puede ser una oportunidad
La última edición de la revista inglesa, The Economist, alerta sobre una situación sobrediagnosticada hace unos lustros y que se ha recrudecido en todo el mundo, tras una pandemia de dos años, el infarto de los contenedores, la guerra en Europa, el elevado precio de los combustibles y la consecuente inflación derivada de todo lo anterior. El influyente semanario fundado en 1843 por James Wilson, le suma a la situación el cambio climático, las altas temperaturas y la pugnacidad internacional, lo que a su juicio pone en riesgo la seguridad alimentaria del planeta.
Son muchas las voces que dicen lo mismo desde hace unos meses: “la próxima crisis será por los alimentos”, basadas en que Ucrania y Rusia, países en un conflicto de larga duración, son los responsables de 28% de la producción de trigo en el mundo, situación que empujaría al suministro del cereal a una crisis no vista este siglo; de momento se experimenta una caída de 33% en el tráfico de la materia prima para producir pan en todos los países, y los que más sufren siempre serán los más pobres que deben encontrar productos sustitutos. Con el estallido de la guerra en Europa, el precio del trigo se disparó 53% y este mes ha subido otro 6%, como resultado de la ola de calor que experimenta la India, otro de los grandes productores. Rusos y ucranianos aportan 29% de la cebada, 15% del maíz y 75% del aceite de girasol de los mercados respectivos. “La guerra está golpeando un sistema alimentario global debilitado por el covid-19, el cambio climático y un shock energético (...) El impacto se empezará a notar en los países que más compran el trigo de Rusia y Ucrania que mueven casi la mitad de los cereales importados por territorios como Líbano y Túnez; mientras que para Libia y Egipto la cifra es de dos tercios (...) Las exportaciones por parte de Ucrania, proporcionan las calorías suficientes para alimentar a 400 millones de personas”.
Con las afectaciones en la producción consecuencia de la guerra, más las sanciones a Rusia, se encendieron las alertas por la crisis en la seguridad alimentaria en la ONU, que obligaron a Antonio Guterres, secretario general de la organización, a decir que una escasez mundial de alimentos podría durar años y generar nuevos conflictos en los países más pobres. La ONU estima que se puede pasar de 440 millones de personas a 1.600 millones, quienes no tendrían cómo adquirir provisiones. Hace un par de semanas, un grupo de organismos mundiales, integrado por el Programa Mundial de Alimentos, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, instaron a los gobiernos a tomar acciones ante la escasez de alimentos, una situación crítica que podría convertirse en una oportunidad para Colombia que históricamente se ha vendido como una eventual despensa alimentaria.
Es un hecho que el país puede no solo remplazar o sustituir importaciones de maíz, trigo o cebada, si hay voluntad política para hacerlo y se recrean las condiciones para desarrollar más áreas cultivables. Financiación barata, subsidios bien orientados, cualificación de la mano de obra e inversión en infraestructuras básicas, como vías terciarias, distritos de riego y regímenes laborales más flexibles para ser competitivos, tendrían que estar andando en Colombia para que pueda convertirse un problema global en una oportunidad de desarrollo.
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