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Las remesas que entran a Colombia son cinco veces las exportaciones de frutas, un hecho que debe tener en cuenta el próximo gobierno
Muchos departamentos no tienen petróleo, pero sí una riqueza externa que se va tejiendo con base en el esfuerzo de sus familias que viven en el exterior y envían dinero a sus parientes en Colombia. Esta situación se da con mayor fuerza en el surocciente colombiano, en los departamentos de Cauca, Valle, Quindío, Risaralda y Caldas, un fenómeno que ha sido tradicional en la región Caribe y en Antioquia y que se vive con menor intensidad en la capital de la República. Y lo que es más elocuente, las remesas que entran son cinco veces las exportaciones de frutas. Toda una hipótesis de trabajo que debe empezar a formar parte de las políticas públicas, pues el monto es muy importante por lo que representa para la economía regional, pero mucho más significativo para las familias que se benefician del arduo trabajo en otros países de sus familiares que tuvieron que emigrar por varias razones, entre ellas la violencia, el desamparo social o mejores oportunidades. El punto es que esta situación está creciendo a la luz de las cifras oficiales y es un asunto al que se le debe prestar ayuda formulando políticas públicas que beneficien a quien envía dinero y quien lo recibe, por ejemplo a través de hipotecas o apoyo a emprendimientos.
Es un hecho que no puede pasar desapercibido: las remesas llevan más de década y media fortaleciendo la economía local; las transferencias han aumentado 80% al pasar de US$3.060 millones en 2003 a US$5.494 millones el año pasado; el mismo valor que las ventas externas de los alimentos (US$5.208 millones en 2017) o, incluso, llegan a quintuplicar el de las exportaciones de frutas y legumbres (US$1.174 millones). Es realmente una actividad económica importante que debe mirarse con todo su impacto. El análisis viene a colación porque el pasado mayo las remesas alcanzaran su máximo histórico mensual al alcanzar US$531,4 millones, según el Banco de la República. Si la tendencia se mantiene hasta el final de 2018, el monto superará con creces los US$6.000 millones, un estimado que debe hacer pensar en los inmigrantes como una de las otrora llamadas locomotoras de la economía y para los cuales debe haber incentivos que los ayude y ayude a sus familias en el país. El dinero no solo llega de España o Estados Unidos como ha sido tradicional, sino de nuevos “mercados” no tradicionales que crecen exponencialmente: Brasil (6.399%), Chile (2.786%), China (1.599%), Australia (1.309%) y Argentina (1.236%), países de origen que han experimentado el mayor incremento en el origen de las remesas.
En algunas regiones, las remesas ayudan a mantener el flujo de divisas en épocas de desaceleración y a sostener el consumo. Lo más importante en el marco de un nuevo Gobierno Nacional y en un plan de desarrollo para el próximo cuatrienio es que se tenga en cuenta a esos colombianos que mantienen el consumo dinámico en varias regiones y quienes han tenido que irse por las razones antes expuestas. Varios países de Centroamérica y México especialmente tienen en las remesas un importante canal de progreso y se facilita que este dinero transforme el consumo, la construcción y el mismo turismo. Si al final de este año y ad portas de la segunda década del siglo XXI, la remesas superan los US$6.000 millones, bien podríamos darle la bienvenida a otro pilar de la economía que ha sido visto entre ojos pero que es una realidad que está transformando.
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