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No es muy usual que banqueros y empresarios decidan destapar su voto por un candidato, suceso que allana la ruta de una economía estancada
El próximo domingo, los colombianos elegirán su presidente número 55, luego de una larga lucha electoral, marcada por todos los matices políticos que iban desde la más extrema izquierda, hasta el lado más antagónico en la derecha. Poco a poco se fueron quedando en el camino por a Casa de Nariño muchos candidatos, hasta llegar a dos opciones que enfrentan modelos económicos y visiones sobre el desarrollo totalmente opuestos: Iván Duque, quien representa la seguridad jurídica para los empresarios, el libre mercado, la explotación racional y sostenible de los recursos naturales, la no injerencia del Estado en varios renglones de la economía, el respeto por la más mínima propiedad privada y el regreso de la seguridad democrática como pilar del crecimiento económico. Además pone a juicio de los electores propuestas prácticas como la simplificación tributaria, reducción de los trámites, baja de impuestos para que la tasa impositiva del sector privado quede entre 27% o 28%, a niveles de la Ocde, austeridad y reducción de gastos innecesarios del Estado, lucha contra la evasión para reducir impuestos, diversificar las ventas externas, para que no depender de 15 productos que representan 75% de las exportaciones. Al mismo tiempo, promete desarrollar el mercado de capitales, para que más empresas puedan participar en la Bolsa de Valores de Colombia; eliminar distorsiones entre los dos regímenes pensionales, manteniendo a Colpensiones, y, finalmente, hacer que nuevos emprendimientos gocen de exenciones de renta por cinco años para impulsar su creación. Toda una batería de ideas, unas viejas otras nuevas, que le garantizan a los inversionistas estabilidad, coyuntura de crecimiento y confianza inversionista.
La propuesta alternativa de Gustavo Petro ofrece pasar de una economía extractiva a una productiva, en la que haya un proceso de industrialización a largo plazo. Para tal efecto, quiere un impuesto predial para terrenos con más de 1.000 hectáreas fértiles, además de un tributo a las remesas. Comprar tierras con títulos de deuda pública para modernizar el agro. También la eliminación de las exenciones tributarias que no son necesarias en el sistema y que no aportan a la economía. Transformar el salario real basado en el capital e ingresos y priorizar el mercado interno en lugar de los tratados de libre comercio. Muchas de esas propuestas basadas en darle mayor presencia al Estado en varios sectores de la economía, además de la transformación de Ecopetrol. Ambas propuestas tienen sus más y sus menos sobre el papel, pero es de lejos la propuesta económica de Duque la que menos incertidumbre y más seguridad le brinda a los empresarios y los banqueros.
Pocas veces en la historia política colombiana, en donde el conflicto interno ha determinado casi siempre las elecciones presidenciales, dos choques de modelos económicos antagónicos se habían enfrentado abiertamente; dos maneras de ver el país y dos fórmulas distintas para llevar a Colombia por el camino del desarrollo y el crecimiento. Un periódico especializado como el nuestro es la bitácora económica de un país -y en esta situación histórica- el camino señalado los empresarios a través de sus agremiaciones, al igual que los banqueros, es el que más le conviene al país para el lustro que se avecina. Hoy, más que nunca, no se puede caer en el abismo de la lucha de clases en oposición al trabajo colectivo de una unidad nacional en pos del desarrollo.
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