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El Gobierno Nacional a través de sus tres reformas económicas estructurales que tramita por estos días en el Congreso deja al descubierto un hilo transversal que las une: el debilitamiento del sector productivo en su papel (roles y funciones) en servicios fundamentales otrora públicos absolutos, y que han sido negocios enfocados a mejorar la calidad de vida y el desarrollo de la sociedad, tales como la salud, las pensiones y la verdadera generación de empleos formales, ahora afectados por “el pliego de peticiones” en que se convirtió el rediseño del sistema laboral colombiano.
Con esa actitud deliberada, son muchos los funcionarios públicos que han copiado, al pie de la letra, una suerte de imperativo anti-EPS, anti-fondos de pensiones y nuevos emprendimientos de corte tecnológico. En medio de toda esta coyuntura, la Superintendencia de Sociedades dará a conocer los resultados del año pasado de las empresas obligadas a reportar sus estados financieros a una entidad vigilante pública, todo un evento económico que habla muy bien de las instituciones nacionales y que se ha convertido en un suceso para socios, inversionistas, accionistas, académicos y hacedores de políticas públicas.
Los datos, números y cifras, de más de 10.000 empresas, son un grito profundo del verdadero estado de las personas jurídicas, en medio de esta coyuntura. Son los números empresariales poscoronavirus los que demuestran realmente la recuperación y señalan el estado de salud de varios sectores. Comparar los números de grandes y pequeñas compañías es un acto obligatorio para medir las verdaderas posibilidades con que cuenta la economía.
Colombia es un país de sectores económicos muy robustos, competitivos que gozan de mercados internos y externos, no hay razón para minimizar su actividad ni para creer que el Gobierno Nacional, en su integridad e inteligencia histórica, no ayude a desarrollar más sus posibilidades. Colombia es un gran mercado de nueve o diez grandes regiones que hacen distinto el mercado al de otros países.
Ese potencial se observa en los resultados empresariales, que no son otra cosa que una gran foto familiar de un año sobre el que estaban depositadas las esperanzas de la recuperación. Pero las cifras per se son solo números, lo verdaderamente importante son sus apuestas por el desarrollo social del país, sus enfoques empresariales hacia la sostenibilidad, el género, la responsabilidad social o el valor compartido, todas esas decisiones sociales que marcan la diferencia.
Los mercados son importantes, las comunidades, las externalidades, cada elemento requiere un tratamiento muy distinto, pero siempre bajo el eje central de las empresas, esas personas jurídicas -muchas centenarias- que son realmente la espina dorsal de Colombia.
La entrega de los resultados empresariales debe ser un momento para darle conocer al país el verdadero papel del sector productivo; en una mezcla de compañías públicas, mixtas y privadas, que comparten un solo camino, construir país en medio de la adversidad y de ataques de algunos funcionarios que desconocen el pago de impuesto y la generación de nuevos trabajos formales. Ojalá hubiese muchas más empresas y más exitosas que derramasen bienestar en las regiones en formalidad y demanda de profesionales.
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