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La economía colombiana puede ir mucho mejor, pero no puede hacer escuela que vamos muy mal, máxime si miramos tendencias regionales
El Banco de la República, en su último informe sobre la variación de los precios, a cargo del gerente general, Juan José Echavarría, planteó que para este 2017 -que poco a poco avanza hacia los meses terminados en “bre”- “sería una buena noticia que la inflación cerrara en 3,9% y que el crecimiento alcance 2%”, pero en el fondo se deja entrever que una cosa son los deseos y otras la realidad. Los mismos técnicos del Emisor, el sistema financiero y los centros de investigación hablan de que el crecimiento podría estar entre 1,6% y 1,8% para cerrar el año. La inflación en el primer semestre fue de 3,4% para esa época el año pasado estaba en 8,97%. Se estima que el Índice de Precios al Consumidor esté levemente por encima de 4%, la cifra más baja en los últimos años, porcentaje que se convierte en un buen dato para la negociación precipitada del incremento del salario mínimo para 2018, tiempo marcado por las propuestas efectivistas de los políticos en busca de una curul en el Congreso o de la máxima posición en la Casa de Nariño.
Dicen que lo que no se mide no progresa, y en términos de análisis económico esto es fundamental. Por primera vez en muchos años, el país cuenta rápido con las cifras del primer semestre a la mano, datos que debemos mirar en detalle para poder supervisarlos o analizarlos como relojes o termómetros, de tal manera que se puedan hacer esfuerzos para mejorar el rumbo económico. Hay una batería de indicadores clave que debemos monitorear faltando un poco más de cuatro meses para que termine el año y seis semanas para conocer el comportamiento de la economía en el tercer trimestre. El primero es atender con detalle el PIB del primer semestre que solo subió 1,2%, el más bajo en los últimos 8 años. Es mirar los sectores que más crecieron en el semestre: el agro, con 6,1%, y la banca más los servicios financieros, con 4,1%. Por el otro lado están los sectores con mayores caídas, minas (-7,7%) y petróleos (-8,8%). Si se logra enderezar el sector minero-energético mínimamente, el país económico habrá tocado fondo.
Más allá del PIB, está la balanza comercial que tiene déficit de US$832,1 millones en el primer semestre, donde se registra incremento de 7,8%. Las exportaciones subieron 20,4% y las importaciones 6%, pero el desbalance es alto. Tanto el PIB como la balanza comercial son indicadores muy macro, cosa que no sucede con la producción industria que acumula una caída de 1,5% en el semestre, situación que se observa en la opinión pesimista de los empresarios. Y como consecuencia de lo anterior, hay un comercio o ventas minoristas bajas que cerraron a junio con caída de 0,8%; los que más cayeron fueron fabricación de artículos de viaje -23,6% y las industrias de metales preciosos -22,6%. Hay una nube de incertidumbre que ha sido muy difícil de disipar: la confianza del consumidor en julio fue negativa de 9,5%.
Dicha nube se ha tratado de borrar con la tasa de intervención del Banco de la República que pasó de 7,5% a 5,5%, 200 puntos básicos menos, pero aún hay un rezago y no llega al consumidor el dinero menos costoso. La tasa de desempleo en junio fue 8,7% para el mismo periodo el año pasado era de 8,9%. Y finalmente, solo 13 de las 26 empresas más grandes que han publicado sus resultados aumentaron sus ingresos en el primer semestre y en promedio las utilidades de los bancos cayeron 27% entre enero y junio.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados