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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cumplirá 82 años el próximo 20 de noviembre, nació en 1942, es un hombre bien mayor que lo ha dejado todo por una reelección, pero...
El retiro del mundo laboral, de la exposición y las obligaciones públicas llega para todas las personas a distintas edades. Esa edad se ha ido extendiendo con cada nueva generación gracias al mejoramiento en la calidad de vida, los avances médicos, las nuevas tecnologías y toda la ciencia que hay tras el objetivo de una vida longeva.
Lo más seguro es que quienes alcanzarán a cumplir 120 ó 125 años con facilidad ya están vivos. Por estos días de grandes debates sobre la jubilación, se abre paso una idea disruptiva y es que la vida se asocie más a los cambios en los hábitos que en las edades.
En términos laborales, las personas no deben llevar un sello de caducidad, como si todos fueran iguales o si sus roles y funciones sean los mismos. Hay que dar un paso novísimo y es no vincular el retiro de una persona de su trabajo con “su asunto” de la jubilación, son dos cosas distintas: por un lado, van sus capacidades de liderazgo, trabajo, aportes y gestión, y por otro, su salud, claridad en sus acciones, pero sobre todo, los “entregables” de sus funciones.
El tema viene a colación por la situación en que se encuentra Joseph Robinette Biden Jr., más conocido como Joe Biden, hoy presidente de Estados Unidos, y quien (de momento) participa en la carrera por la reelección contra Donald Trump. El primero, el demócrata, cumplirá 82 años en noviembre; el segundo, el republicano, el pasado junio celebró sus 78 años de vida.
Los dos hombres en carrera por la Casa Blanca son mayores y tendrán bajo su responsabilidad sostener el ritmo de la economía estadounidense, manejar dos conflictos mundiales en desarrollo, como lo son Ucrania y Gaza, y no menor, mantenerse como motor de la economía mundial ante el cada vez mayor crecimiento e influencia de China.
No es un trabajo sencillo, es simplemente convertirse en el hombre más poderoso del mundo; incluso por encima de los mil millonarios de las corporaciones tecnológicas. En torno al presidente de Estados Unidos giran los países, unos más cercanos y otros más distantes; es el socio comercial de los mercados más importantes en términos de PIB y tiene el poderío militar más abrumador, un detalle clave en estos tiempos de agitación bélica que soplan en todos los continentes.
Las últimas semanas del presidente Biden no han sido fáciles; es ridiculizado cada segundo en alguna red social por algún comportamiento que no debe ser objeto de burlas. Su lento andar, sus reacciones tardías, su agotamiento, su mirada perdida, son un manjar para sus detractores políticos, pero también una enseñanza en cuerpo ajeno de cuándo se debe retirar una persona del trabajo que ha desempeñado durante años.
Nadie tiene por qué exponerse ante la opinión pública para ser destruido, como lo hace el actual Presidente de Estados Unidos; y no solo pasa con él, sino con miles de ejecutivos y funcionarios en todo el mundo que se aferran a sus cargos con aroma de inmortalidad, como si no hubiesen reemplazos, ideas frescas, vitales, disruptivas e innovadoras encarnadas en nuevas personas. Bien sea porque se retira de la competencia electoral o porque pierde la elección como dictan las encuestas, Biden es una verdadera parábola de una jubilación anunciada.
Como en las fiestas y los almuerzos sociales, hay que saber el momento de retirarse para que la presencia cobre brillo.
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