EDITORIAL

Las lecciones del Cirque du Soleil a la fiesta brava

lunes, 6 de febrero de 2017
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La escasa innovación de la fiesta brava es un caso de estudio sobre qué no hacer para ser un jugador en el futuro de los negocios y el entretenimiento

 

Martin Weitzman es uno de los profesores de la Universidad de Harvard más reconocidos en materia de innovación y quizá el académico más reseñado en publicaciones sobre la materia; todo su pensamiento podría resumirse en la definición sobre la cadena de la innovación: “casi todas las ideas surgen de la fusión de otras ideas. Las ideas se mezclan, se conectan, se combinan y se vuelven a combinar con otras ideas para formar ideas nuevas”. Cuenta Sala i Martín (2016) en su libro Economía en Colores que “en 1979, un joven canadiense llamado Guy Laliberté perdió su trabajo en una planta hidroeléctrica donde trabajaba y decidió no volver a buscar un puesto igual. En lugar de trabajar se dedicó a tocar música y a hacer marabarismos por las calles de su pueblo (....) Por esos años, los circos estaban en plena crisis, competían entre ellos por tener las principales estrellas, a los payasos más famosos, a malabaristas de renombre, a los leones más fieros y elefantes bien domesticados”. En particular el manejo de animales en los circos tenían un elevado costo por su mantenimiento y avanzaba en todo el mundo una rápida conciencia contra el maltrato a los animales por parte de las personas. Laliberté decidió conservar payasos, malabaristas y trapecistas y crear un nuevo espectáculo masivo que contara historias como si fuera un espectáculo musical o una obra de teatro. Se olvidó de las grandes estrellas de los circos viejos y reclutaron a jóvenes artistas callejeros en varias ciudades del mundo, además de algunos atletas olímpicos. Así nació el Cirque du Soleil, una de las innovaciones más radicales en el sector del entretenimiento que nace de un negocio en decadencia como era el circo. “Mezclando los tres conceptos: teatro, música y gimnasia, dieron origen a un nuevo género (...) Una historia de éxito gracias a la conexión de tres ideas que acabaron salvando un sector que estaba a punto de morir”. Algo muy parecido a los viejos circos está sucediendo con el toreo  en países en donde aún subsiste el espectáculo, de claro maltrato animal, especialmente en España, México, Colombia, Ecuador y Perú. Muy pocas cosas han cambiado desde las primeras corridas de toros por allá en el siglo XVIII, si bien es una forma de entretenimiento con varios siglos a sus espaldas. España fue el epicentro de la “modernización” de la lidia taurina con las características que hoy nos ofrece al sustituir el antiquísimo toreo a caballo por el de a pie. Pero desde hace más de 300 años las cosas no cambiaron en el llamado arte de la tauromaquia, al tiempo que todas las sociedades evolucionaron y se volvieron más conscientes, especialmente en estas dimensiones: más educación en valores sobre la importancia de la vida; cambios culturales ligados con la alimentación y el respeto por el ambiente y los animales. Si los empresarios taurinos no innovan en esta práctica brutal, es un entretenimiento que está condenado a desaparecer.

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