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Hay pocos países tan ricos como Argentina, pero con gran escasez, que a pesar de su riqueza son estados fallidos por la captura estatal de su sociedad con millonarios subsidios
Los argentinos ya definieron los candidatos para las elecciones generales del próximo 22 de octubre. Terminaron las elecciones, Paso 2023, y de los 22 postulantes a presidente, Javier Milei, sacó 30% de los votos y se convirtió en el candidato más votado y eventual presidente, eso si logra derrotar al tradicional peronismo. Su discurso claro y contundente sobre la realidad económica argentina lo llevó a seducir el voto, pero aún falta lo más importante: ganar las elecciones generales, marcadas por un gobierno de turno que todo lo subsidia.
El economista, matriculado ideológicamente con el neoliberalismo, o mejor con la llamada escuela austríaca, ha puesto el dedo en la llaga de la caótica situación argentina; su idea sobre un Estado mínimo que no sea tan controlador y rediseño del tejido empresarial y bancario del país, está seduciendo a los electores porque poco a poco Argentina, la tercera economía de la región, camina hacia un Estado fallido; los leoninos subsidios y el acoso al sector productivo han llevado a que el país austral sea, después de Venezuela, el país más inflacionario de la región y uno de los pocos en el mundo. Su alta dependencia de las exportaciones de cereales, carne, petróleo y gas, todos bienes primarios, hace que sea un país con una economía privilegiada en términos de recursos humanos, pero carente de transformación alguna.
El gran pecado económico argentino radica en desarrollar, desde los años 50, una sociedad que depende de los subsidios estatales; es un mercado muy rico, pero todo lo administra un Estado que es un auténtico fabricante de funcionarios y dependientes de los subsidios, pues todas las necesidades básicas son provistas por los gobiernos de turno: salud, educación, transporte, servicios públicos, lo que ha generado una sociedad mantenida que poco le interesan conceptos de libre mercado y competencia global como son la productividad, competitividad y crecimiento.
La zaga de los Kirchner ha mantenido la administración desde hace varias décadas, sumiendo a la economía en un fracaso total; Argentina es un país en permanente peligro de default al que no le importa que sus gentes tengan una variación de precios de 100%, ni que su PIB se encuentre frenado en unos US$350.000 millones, tampoco que a pesar de sus recursos tenga un ingreso per cápita cercano a los US$10.000, cuando en los años 50 superaba al de Gran Bretaña y el mismo Estados Unidos.
La guerra ficticia de clases sociales, la ideologización de las políticas públicas, la desesperanza de los empresarios y el verdadero opio de sobrevalorar el entretenimiento como mantra nacional, ha hecho que la aún tercera economía de Latinoamérica, pueda implosionar si no cambia su modelo fallido por uno más moderno que tenga un plan de desarrollo mucho más efectivo enfocado al crecimiento, de tal manera que no sea solo un exportador de materias primas y de inmigrantes, sino un puntal para el continente.
Brasil, México y Argentina tienen una responsabilidad mucho más grande con el desarrollo de América Latina, no solo porque son las economías más grandes, sino porque muchos países son satélites de ellos. Que los argentinos derroten el nocivo peronismo, como destructor de desarrollo y progreso, puede ser una de las mejores noticias para un continente que poco a poco cambia el rumbo de su péndulo político.
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