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Si alguien debe opinar sobre dónde ahorrar y qué hacer con el dinero de las pensiones son las personas, pues es su ahorro individual para cuando se jubile; nunca es dinero público
No hay robo más grande que apoderarse del ahorro de las personas para cuando sean mayores y no puedan trabajar más. En Colombia, el sistema pensional mejoró notablemente cuando se reformó hace tres décadas y se solucionó el saqueo y los problemas estructurales que padecía el Instituto de Seguros Sociales, además de la cantidad de regímenes especiales que había para la época. El país ha mejorado su sistema de seguridad social, que ya empieza a presentar grietas por la estructura social piramidal que pone a los más jóvenes a cotizar para garantizar las mesadas pensionales de los viejos.
Conviven dos alternativas o caminos para lograr una pensión: uno público y los fondos privados, sistema que no se puede afirmar que es de libre competencia, pues ocurre que los privados son muy eficientes en capturar el ahorro joven; camino a la pensión del que se retira, más de 90% de los afiliados cuando tiene la última oportunidad de cambiarse de vía pensional lo hace, dado que la pensión de Colpensiones (fondo público), tiene mejores mesadas y mayores gabelas para los pensionados. Eso sucede cuando las mujeres alcanzan los 47 años y los hombres 52, justamente una década antes de que cumplan la edad de jubilación requerida. Hoy por hoy, hay miles de tutelas y acciones legales que buscan el cambiazo de las AFP hacia Colpensiones para mejorar los ingresos del pensionado. Las cifras son elocuentes: pensionados por los privados hay poco menos de 300.000 personas, mientras que en el fondo público hay unas cuatro veces más; la cifra que no explica la situación es que las llamadas AFP tienen cerca de 18 millones de ahorradores.
La reforma pensional es uno de esos pendientes al que todos los gobiernos he han sacado el cuerpo por impopulares; nadie quiere que le toquen la edad de pensión, así en Colombia sea uno de los asuntos más ruinosos para las AFP y para el Estado que destina una buena parte del presupuesto para atender sus obligaciones con las pensiones. Aún hay regímenes especiales inexplicables como el de los profesores, los militares y algunos de la rama de la justicia que gozan de privilegios. El Gobierno Nacional ya ha tomado el toro por los cuernos y se ha medido al tema, pero comete errores de cálculo que pueden convertirse en una frustración. Lo primero y más importante es concientizarse de que la plata de las pensiones es de los trabajadores que ahorran para pensionarse y que quienes disfrutan ya de esa pensión, fruto de ese ahorro. ¡No es plata del Estado! ¡No es dinero público! Y ahora que se plantea un rediseño en el sistema, lo primero que se debe respetar es que la gente decida dónde guardar el dinero, que no se vuelva plata de bolsillo del gobierno de turno con el cuento de la solidaridad.
El primer pilar que propone Petro (el de cuatro salarios mínimos) se erige tomando 90% del flujo de ahorro de millones de colombianos para depositarlo en Colpensiones y usarse como gasto público para subsidiar tres millones de adultos mayores vulnerables que nunca cotizaron. Vuelve y juega el tema de la confianza con el Estado. ¿Quién les garantiza a las personas que el Estado sí pagará las pensiones si ese sistema fracasó? La otra inquietud, no menor, es cuál será el futuro de las AFP que mueven bonos, títulos, acciones y financian buena parte de la infraestructura. Asfixiar las AFP se traducirá en debilitamiento del mercado de capitales. No se puede desincentivar el ahorro privado para más subsidios estatales.
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