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Este año, más que nunca, se requiere de los bancos mucha más proactividad y solidaridad con la situación de sus cuentahabientes, personas naturales y empresas que demandan de su rol en la economía, pues a la luz de lo ocurrido durante la pandemia -de marzo a enero- los ingresos laborales de los colombianos se evaporaron en unos $30 billones, dinero que no se va a recuperar en mucho tiempo, al tiempo que el consumo debe ser uno de los motores de la recuperación. Para lograrlo, las bajas tasas que el Banco de la República les ofrece a los bancos deben trasmitirse más rápido, justa y eficientemente para que empresas, empresarios y consumidores puedan empezar de nuevo a irrigarle dinero al sistema, pero esto no se logra si esas tasas baratas se usan para hacer inversiones en títulos y no destinarse para créditos más adecuados.
Es un hecho que la gente no tiene plata, pero que al mismo tiempo los bancos tienen acceso a dinero muy barato del Emisor, lo que nos empuja a pedirle al sistema financiero que coloquen más créditos a tasas más acordes a la situación de las familias. El panorama laboral es muy grave con tasas de desempleo de más de 13%, pero la inflación es baja, 1,7% y las tasas están en sus mínimos históricos 1,75%, las condiciones están dadas para que los bancos se pellizquen y ayuden a reactivar la economía. Mes a mes, los ingresos de los colombianos siguen viendo afectaciones por los efectos de la crisis económica, según la Asociación Nacional de Instituciones Financieras, la pérdida acumulada llegó a $29,6 billones, monto que representa 2,5% del PIB y que obliga a contar un plan de recuperación más inclusivo de los sectores.
Dicha caída en los ingresos laborales ha venido disminuyendo luego de la tormentosa reapertura de la actividad de la economía, que no deja de ser frágil dado que el mercado aún no registra recuperaciones sólidas que generen más puestos de trabajo. El panorama es preocupante: en marzo hubo una baja de $1,6 billones; en abril de $5,7 billones; en mayo, el monto fue disminuyendo y llegó a $5,2 billones; en junio cayó a $4,6 billones; julio a $4,45 billones; agosto a $2,65 billones; septiembre a $2,1 billones; octubre a $1,6 billones, pero en noviembre subió a $1,7 billones.
El mantra de la economía para poder recuperarse con rapidez debe ser crédito barato, acceso al consumo y bancarización, justo la razón de ser del sistema financiero, pero para lograr ser más eficientes en esos pilares se deben volcar a los clientes, a sus problemas y proponer soluciones. La tasa de usura sigue siendo muy alta en torno a 26%; los intereses hipotecarios en 8% y los créditos de libre inversión promedian 20%, todo un surtido de tasas muy caras en un momento en el que se necesita un papel más protagónico del sector encargado de irrigar recursos para que las familias se recuperen. Y la gran asignatura pendiente y más atrasada es la bancarización, que dicho sea de paso ha sido una de las más beneficiadas en la pandemia aupada por las ayudas gubernamentales; coyuntura que deben aprovechar los bancos para llevar sus servicios a los más necesitados. Aún se ve en el comercio minorista que los llamados “gota a gota” le siguen dando pelea al sistema financiero institucionalizado, eso no puede suceder en medio de la afanosa búsqueda de recursos para emprender.
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