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La inversión pública y del sector productivo es clave para hacer crecer la economía, pero esto no se logra en un ambiente enrarecido por las protestas y los rebrotes de covid-19
A pocos días de entrar en la recta final del último trimestre del año es imperativo aunar esfuerzos para que la economía no caiga más de lo presupuestado, máxime ahora que nuevamente la nube de la incertidumbre se posa sobre Europa y los precios del petróleo empiezan a caer justo en una temporada tradicional de crudo al alza por el invierno. No es coherente que los alcaldes de las principales ciudades no hagan nada para evitar la ola de protestas que se ciernen sobre Colombia, uno de los países más golpeados por las cifras de covid-19 y con graves consecuencias para la dinámica económica que hacen pronosticar que el PIB de 2020 cerrará en rojo en niveles históricos de -5,5%. Lo que se debe hacer ahora más que nunca es rodear las políticas públicas encaminadas a la recuperación económica y trabajar unidos por mejorar las condiciones para que la inversión pública y privada no se detengan. Si al ya deteriorado ambiente de inversión y de dinámica comercial se le suma la inoportuna protesta social, las cosas irán de mal en peor, máxime ahora que los precios de las materias primas se empiezan a deprimir. El petróleo, principal producto de exportación nacional, está experimentando una caída inusual que puede agravar la situación económica del país. Los nuevos confinamientos en países consumidores de petróleo han hecho caer los precios del crudo en torno a US$38 promedio el barril y disparar la tasa de cambio por encima de US$3.790, sembrando una situación oscura en términos de balanza cambiaria. Hay altos niveles de inventarios de crudo y no se observa repunte en la demanda porque el covid-19 está subiendo y no hay noticias esperanzadoras a mediano plazo de la vacuna contra el virus. El desenlace de las elecciones en Estados Unidos tampoco ayuda mucho a que los factores externos jueguen al lado de la economía colombiana en las dos últimas semanas de septiembre. La dinámica de la economía se estimula con diferentes piezas, unas internas y otras externas; entre las segundas, las cosas no se ven mejores que hace dos meses, mientras que del frente local se promueven protestas sociales sin mayor responsabilidad, no solo en términos de contagios masivos, sino de recuperación del comercio y la producción, un objetivo que debería ser de interés nacional, pues el desempleo afecta a grandes grupos sociales como los jóvenes que necesitan una oportunidad laboral. El bien común es un concepto claro, muy amplio que debe sensibilizarse en estos momentos para no deteriorar o destruir más la economía. Es simple: se necesita que el comercio y las industrias vuelvan a generar los empleos destruidos entre abril y mayo pasados, pero con la ola de protestas, esos comerciantes no solo se verán amenazados por el virus, sino también por el vandalismo; ya con el coronavirus era más que suficiente para cerrar puestos de trabajo, con la llegada de una nueva ola de protestas, las cosas no solo empeorarán, sino que retardarán la recuperación. No es cuestión de política populista, es sentido común hacer un llamado para que los que se benefician de las protestas hagan un alto en el camino y dejen que el sector productivo retome con fuerza su dinámica para no solo recuperar los puestos de trabajo destruidos sino para generar unos nuevos con las ayudas para la reactivación que ha dispuesto el Gobierno Nacional. Es cuestión de sentido común, ahora debemos trabajar para que la economía no caiga más de las malas cifras presupuestadas.
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