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Colombia siempre ha sido el mejor aliado de Estados Unidos en la región, una decisión que debe mantenerse para garantizar seguridad contra los narcotraficantes y buen comercio
Hace 120 años que las relaciones colombianas con Estados Unidos estuvieron en su peor momento tras la separación de Panamá de la República de Colombia. Con el paso de los años, el motor de la economía mundial apostó por ayudarle al país a desarrollar un comercio binacional que hoy alcanza los US$14.000 millones en exportaciones colombianas anuales y que se potenció con el Acuerdo de Promociones Comerciales entre Estados Unidos y Colombia, que entró en vigencia desde el 15 de mayo de 2012 con logros elocuentes en la esfera económica.
Una reflexión más: si no fuera por la estrecha relación política y económica entre los dos países, la situación que hoy vive Venezuela la estaría experimentando Colombia, pues es aquí en donde el narcotráfico ha florecido y los grupos guerrilleros cabalgan sobre dólares extraídos de todas las actividades ligadas a la cocaína, marihuana y la minería ilegal, ahora le han añadido el tráfico de inmigrantes y fabricación de meta anfetaminas.
No es una hipótesis de estudio, es una teoría bien sustentada con hechos elocuentes, si no fuera porque Estados Unidos cuenta con una buena estructura diplomática en Bogotá (una de las embajadas más importantes en todo el mundo) y no apoyara en capacitación y formación a la justicia y a las fuerzas militares nacionales, hace varias décadas que los narcos dominarían todas las instituciones.
En pocas palabras, si no fuera por Estados Unidos el país hubiese sucumbido como un Estado fallido en las décadas de los 80 ó 90. Ahora que Estados Unidos debe enfrentar un cambio en paradigmas geopolíticos heredados de la guerra fría, enfrentando directa o indirectamente a Rusia en Europa o a China en la cuenca del Pacífico, Colombia debe volver a alinearse con su mercado natural más importante, país en donde hay más de tres millones de nacionales haciendo de Estados Unidos su segunda Patria; no es momento para creer que aparentes empresarios rusos o chinos pueden suplir las inversiones estadounidenses o que la cultura colombiana se asemeje más a la eurasiática o asiática. Colombia es América como EE.UU. y las relaciones con el país más poderoso son un activo valioso que se debe preservar.
Un momento adecuado para destacar los buenos canales de comunicación que han abierto los dos gobiernos, Biden con Petro, para sentarse a compartir visiones sobre el futuro de América Latina. Obviamente hay torpezas o apresuramientos como la de la Cancillería colombiana de reconocer la unidad territorial China y de un plumazo desconocer a un país como Taiwán, pero también aciertos como la misión del embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo, de tratar de eliminar la visa para que los colombianos puedan viajar por ese país sin tener que pedir aprobaciones individuales, algo que debió haberse negociado durante el tratado de libre comercio.
La Dian también ha avanzado en la firma del Acuerdo de Reconocimiento Mutuo, entre los Programas Operador Económico Autorizado de Colombia y Customs Trade Partnership Against Terrorism de EE.UU., herramientas transnacionales para luchar contra la mayor amenaza, la delincuencia y el lavado de activos. El Acuerdo Mutuo de Reconocimiento le aporta mayor competitividad a productos colombianos y contribuye al aseguramiento de la logística y seguridad de la cadena de suministro internacional en operaciones de comercio exterior. Una relación que no debe frenarse por ideas políticas.
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