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La devaluación del peso frente al dólar tiene un gran beneficiado y es la economía que se desprende de las remesas, ese dinero que llega informal de socios y parientes en el exterior
El envío de dinero del exterior a países como México, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Guatemala, República Dominicana y Ecuador, entre otros, se ha convertido con el paso de los años en un sector neurálgico para esas economías. Solo para Centroamérica y Ecuador el aporte de socios y parientes, allende las fronteras, al funcionamiento de las economías locales, representa una cuarta parte de su PIB. Son esos envíos de dinero en efectivo, cheques o transferencias entre países originados en el gran fenómeno regional que es la inmigración.
Venezuela desde hace una década supera el promedio de 25% de su PIB, pero los números no son fiables y pueden llegar a 40%, luego de la diáspora de hace un lustro. En Colombia es un fenómeno nuevo de hace un par de décadas y en crecimiento durante los últimos años. Nuestro país es uno de los grandes “exportadores de trabajadores” para Estados Unidos, España y Chile, especialmente, economías desde donde se envía más dinero a regiones muy focalizadas, Antioquia, Suroccidente y Eje Cafetero, que cuentan con economías bien enfocadas a los dólares que llegan vía remesas.
Hasta el año pasado, Latinoamérica y el Caribe recibieron flujos de remesas 22% por encima de 2020, incremento derivado de los programas de asistencia en Estados Unidos y Europa por el covid; dicho de otra manera, muchos de esos subsidios del primer mundo terminan en la remodelación de una casa en Pereira o en la compra de un computador o un vehículo en Cali. Y eso no está mal, el ejemplo de México, que es el principal receptor, se ha convertido en una forma de vida y cada año prevé incrementos de 5%, de una espectacular cifra de US$60.000 millones. En las cuentas del Banco Mundial, México es el principal receptor de remesas de la región y el año pasado captó US$53.000 millones, 42% del total de los fondos que fluyeron hacia la región. Poco a poco, muchas regiones de Colombia se están “remesanizando”, es decir, su PIB depende del envío de estos dineros, fenómeno ya habitual en los países del vecindario.
“El nivel de los envíos excedió 20% el Producto Interno Bruto de varias de las economías más pequeñas del área, como ocurrió en El Salvador, Honduras y Jamaica, donde las remesas estuvieron 26,2%, 26,6% y 23,6% por encima de su producción nacional, respectivamente. En Guatemala, la cifra fue de 18%”. Es inevitable que en los segundos y terceros departamentos que más contribuyen al PIB colombiano, como es Antioquia y Valle, esa centroamericanización del aporte de las remesas a sus economías domésticas sea una constante en la década venidera, cuando los inmigrantes jóvenes que se están yendo hayan consolidado sus formas de sobre vivencia en el exterior.
Puede ser una situación lamentable en términos de orgullo nacional, pero es un dique social muy difícil de retener, pues las condiciones de ingresos y de nuevas oportunidades que brinda el mundo desarrollado quizá no estén al alcance en países como el nuestro. Se espera que antes de 2030 el monto de envío de dinero del exterior supere los US$10.000 millones, una cifra que pondría a los emigrantes colombianos en el exterior como el segundo renglón de la economía, solo superado por el petróleo. Las remesas bien manejadas pueden ser el nuevo dorado, pero también debe darse la reflexión sobre las oportunidades que debe generar el propio país como mercado en desarrollo.
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