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Más allá de exigirle al régimen socialista que respete los resultados electorales, Colombia debe tener un plan B para enfrentar una nueva fase de migración que dispare el desempleo
Existe la probabilidad de que el régimen socialista que impera en Venezuela dé su brazo a torcer por la presión internacional y acepte su derrota, o quizá, convoque a unas nuevas elecciones con garantías y veedurías internacionales.
Pero solo es una probabilidad; entre tanto, en Colombia la situación de Venezuela (que se ha convertido en un monotema) está enmascarando la realidad nacional signada por una creciente inseguridad, el avance de la delincuencia y narcotráfico sobre todo el suroccidente del país, con la cumbre de la COP16 en ciernes a realizarse en pocas semanas en Cali; una discusión presupuestal sin bases sólidas de financiación; la insistente reforma laboral que marcha en el Congreso; y otra inevitable propuesta tributaria en plena crisis económica, marcada por el bajo crecimiento y alto desempleo.
El asunto venezolano no puede seguir distrayendo al país, pues es justo el tema internacional (chivo expiatorio) que tapa la baja gestión del Gobierno Nacional, que, dicho sea de paso, entra en el año definitivo de su gestión, pues el cuarto año será electoral y el sol estará de lleno sobre sus espaldas.
Mientras el Medio Oriente está cooptado por el miedo a una reacción de Irán contra Israel por las últimas acciones de guerra, y Ucrania sigue avanzando sobre territorio ruso, como ha sucedido en los últimos días, el barril de petróleo puede seguir subiendo y hacer que la oferta escasee.
De allí a que los 300.000 barriles diarios que Estados Unidos le compraba a Rusia, sumado a un enrarecido mercado en Medio Oriente, vuelvan los ojos sobre la enorme riqueza de crudo venezolana y el cambio de estrategia de un eventual gobierno de Trump o de Harris. Venezuela, en el mercado energético internacional, es muy estratégico y la evolución de la situación de Maduro dependerá de las externalidades ligadas al petróleo.
Es un auténtico limbo que presionará a otros cuantos millones de venezolanos a salir del país para buscar mejores oportunidades. Y Colombia siempre será la puerta de salida de los venezolanos para irse a Estados Unidos, Chile o España. Muchos se van a quedar en esa “puerta de salida” y engrosarán el desempleo nacional que siempre ha estado entre 2 y 3 millones de personas sin trabajo, de unos 24 millones de la Población Económicamente Activa.
En la primera diáspora, ocurrida antes de la pandemia, el Dane llevaba una estadística independiente de desempleo de migrantes venezolanos en Colombia para medir el impacto y para determinar la capacidad del sector productivo para asimilar el inédito fenómeno. Hoy no se sabe a ciencia cierta qué ha pasado con los venezolanos radicados en el país, ni mucho menos en qué sectores o regiones han conseguido trabajo.
Las universidades y los centros de investigación no trabajan esos temas, solo se sabe de oídas que los venezolanos trabajan en la construcción, el comercio y en el sector agropecuario, pero no hay datos de impacto en el mercado laboral.
¿Cuál es la contribución de los extranjeros al mercado laboral en Colombia? Si se decía que la migración aporta al PIB de los países receptores, ¿cuál ha sido su aporte? Colombia debe mirar el caso venezolano con otros ojos, no quiere decir que desprecie el asunto político o acepte la vulneración de la democracia, es realmente mirar en detalle el problema social que se viene.
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