En la era de la información no todo es información, hay otros factores que determinan las decisiones económicas y políticas que trascienden los hechos cumplidos, que son las noticias. La objetividad y la subjetividad de las decisiones políticas y empresariales también son factores determinantes al hablar de baja o alta incertidumbre.
Las metodologías más usadas para cuantificar la incertidumbre económica son casi todas herramientas financieras que buscan medir el riesgo de un país, como las aplicadas por el Chicago Board Options Exchange Market, Credit Default Swaps y el Emerging Market Bonds Index; dice Fedesarrollo, que ha puesto a andar un indicador local, que “diversos autores han abordado la medición a través de la varianza de la tasa de interés, la inflación, los términos de intercambio, el déficit/superávit fiscal y la liquidez monetaria”, y adoptan para sus fines la usada por Baker-Bloom & Davies: ‘Economic Policy Uncertainty Index’, basada en el análisis de contenido de palabras clave asociadas a la incertidumbre de la política económica en los medios de comunicación.
Es decir, medir lo que dicen y se publica, y no las razones subyacentes por las que se toman las decisiones. Un indicador avanzado debería partir de una encuesta muy calificada entre los tomadores de decisiones políticas y económicas; tales como los empresarios, los gobernantes regionales, locales, y por supuesto, los congresistas.
Es un imperativo saber por qué no actúan, por qué no diseñan políticas públicas responsables, por qué no hacen obras o por qué no amplían plantas o no se invierte. La incertidumbre se percibe cuando hay inacción de los actores económicos y políticos; un Congreso que no hace nada, alcaldes y gobernadores inactivos y empresarios e inversionistas temerosos de tomar decisiones.
Las noticias son una consecuencia de esa inacción, de tal manera que se debe auscultar las verdaderas razones de algo que ocasiona la buena o mala, baja o alta percepción, no el nivel de percepción visible al final. Lo que genera la incertidumbre es la falta de certezas, escasez de datos reales de lo que puede pasar mañana, en alguna situación determinada.
Cuando los empresarios o tomadores de decisiones financieras no tienen elementos precisos para predecir coyunturas a corto, mediano y largo plazo, caen en el inexorable terreno de la incertidumbre, que es un caldo de cultivo ideal para cautivar electores políticos, ávidos de mensajes mesiánicos, populistas o influidos por el imaginario de las redes sociales.
Cuando la alta incertidumbre es la constante en un país lleno de necesidades básicas insatisfechas como Colombia, los políticos inescrupulosos hacen su agosto y se configuran como padrinos de soluciones poco realistas, bajar impuestos, derrotar la inflación, garantizar la paz total, disminuir el calentamiento global, acabar con el desempleo, toda una suerte de mentiras que los electores asimilan cuando carecen de elementos reales para saber qué va a pasar mañana con la economía o los negocios.
La palabra incertidumbre no puede disociarse de la palabra futuro; es carecer de elementos para determinar lo que sucederá en todas las situaciones el día de mañana. Lo que realmente mata a la economía es la alta incertidumbre y la falta de elementos explicativos que ayuden a hacer mejores prospectivas, pero eso se consigue con datos detrás de las noticias.