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El conflicto entre rusos y ucranianos no solo puso a los drones en la escena militar, sino también la extrema prudencia de Europa y los mismos EE.UU. de atizar una fase atómica
Al amanecer de la esperada época post-covid, las tropas rusas avanzaron sobre la frontera con Ucrania, en febrero de 2022. No se veía tal operación militar desde hacía muchos años; solo Estados Unidos había emprendido ataques similares a otros países allende sus fronteras, Irak o Afganistán, pero que los rusos, a la vieja usanza, enlistaran sus ejércitos contra un vecino; era una noticia increíble que puso patas arriba el mercado mundial de cereales, disparó los fertilizantes y elevó los precios del petróleo. La primera víctima de esa agresión fue la inflación en todos los países que se ha convertido en algo endémico difícil de derrotar.
El hecho bélico también empujó a los vecinos de Finlandia y de Suecia a las puertas de la Otan (organismo que revivió) y obligó al improvisado gobierno de Ucrania a empezar una romería por todo el mundo implorando solidaridad global ante la amenaza de perder la breve historia de independencia forjada desde 1991 cuando colapsó la llamada Unión Soviética. Dos años después del inicio de este conflicto, que ha puesto en la escena militar nuevos “juguetes de destrucción”, como la inteligencia artificial, los hackers y los drones, no se ve solución a la vista.
Rusia, años atrás, se había apoderado de Crimea y ahora está posesionada de una amplia región y varias ciudades otrora en Ucrania que trata de que los aliados sigan financiando la guerra y recibiendo refugiados. Además de ser una guerra vanguardista en términos tecnológicos, ha dejado ver lo que pueden ser los conflictos futuros. Si bien los mercenarios siempre han estado presentes en todas las guerras desde la historia de la humanidad, esta también ha puesto al descubierto que los ejércitos privados son una realidad: el Batallón Azov desde el lado ucraniano es financiado por empresarios del país agredido, mientras que los “Wagner”, también bajo las cuentas de ricos empresarios rusos petroleros, hacen su parte. Se puede decir que el verdadero ejército ruso no ha movido fichas aún y que ese es el gran temor de los vecinos europeos (especialmente alemanes), quien ven en esa guerra una verdadera amenaza nuclear si el conflicto pasa a otras fases y occidente mueve torpemente sus fichas. Y si a eso se suma que los rusos han aplicado una agresión de desgaste, el resultado va a ser que la Unión Europea y Estados Unidos se sienten con los rusos frente a un tratado de paz que le robe a Ucrania una buena parte de su territorio, al tiempo que Rusia logre sus anhelados puertos estratégicamente ubicados para abrir nuevas rutas a una invasión más profunda sobre todo el país. En dos años el mapa del conflicto ha cambiado radicalmente, (las guerras siempre son mentirosas), y si bien hace dos meses el presidente Vladímir Putin dijo que los objetivos de su “operación militar especial” no habían cambiado, ya occidente sí ha cedido la condena a la guerra, incluso hay países que lo juzgan como un conflicto interno no transnacional.
El problema es para Europa y la estrategia que se tenga con la Otan, que en estos dos años ha aumentado su influencia hacia el este, cosa que sí atormenta a los rusos. Por ahora todo parece indicar que será una guerra prolongada que tiene que ver mucho con el futuro de Rusia y su papel en los mercados internacionales. Toda guerra debe evitarse, pero ahora es necesario que nada escale en otros tableros como Medio Oriente, China-Taiwán y los Balcanes, tensiones presentes que muchos quieren agitar.
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