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Un país con bajo crecimiento no puede redundar en más impuestos, y menos aún en medio de un gobierno que no ejecuta el presupuesto ni en una economía que no hace obras públicas
Es simple: el recaudo ha caído porque la economía no crece en la misma medida que el cobro de impuestos, y al mismo tiempo, sobre los proyectos productivos y las nuevas inversiones se ha posado una nube gris de incertidumbre, para salir de este trance hay que acudir a los textos clásicos, estudiar las tesis tributarias de Arthur Laffer, uno de los economistas de cabecera de Ronald Reagan, quien dejó como herencia su famosa curva que dicta que hay dos tasas impositivas que producen los mismos ingresos fiscales.
De allí que la tarea de las autoridades económicas es “encontrar las tarifas tributarias efectivas sobre las rentas laborales y del capital que maximicen los recaudos del gobierno y, con base en ellas, estimar el espacio fiscal que tendría actualmente el gobierno por el lado de los impuestos”.
La hipótesis es de los economistas Ignacio Lozano y Fernando Arias, elaboradas para un ensayo académico del Banco de la República sobre las eternamente prometidas reformas tributarias estructurales. La curva de Laffer permite conocer la tasa impositiva de una máxima recaudación al tener en cuenta la elasticidad de los contribuyentes a variaciones en la tasa impositiva.
“El profesor Laffer demostró que si la tasa impositiva era de 100%, toda la producción cesaba porque la gente no trabajaba ni invertía si todos los frutos de sus actividades eran confiscados por el gobierno. Puesto que la producción cesaba, no habría nada para confiscar y el gobierno no obtendría recaudos (...) Definir la carga impositiva que maximiza el recaudo sobre las rentas del trabajo, el capital y sobre el consumo en Colombia, debería hacer parte del debate actual en el país, de cara a una posible nueva reforma tributaria”, explican los economistas en su texto publicado la serie ‘Borradores de Economía de la Subgerencia de Estudios Económicos del Banco de la República’ (2015).
Lozano y Arias plantean que “en las últimas décadas ha habido un número elevado de reformas tributarias para elevar los recaudos y también varias misiones de expertos para diagnosticar el sistema impositivo, a fin de encontrar uno más eficiente en la recaudación, más competitivo local e internacionalmente y más equitativo entre los contribuyentes”, pero pasadas las décadas el país económico sigue en el mismo laberinto tributario.
Una familia o una empresa que no produce, que deben descontar el costo de la inflación, no tienen capacidad de pagar impuestos, es allí en donde reside la problemática actual de una reforma tributaria que no mejora las asimetrías tributarias del país y que está enunciada para tapar un hueco fiscal de una administración pública que no ejecuta, no hace nada por reactivar la economía.
Más aún: un país de cero cultura tributaria en donde los casi $290 billones que se recaudan no se ven en obras públicas ni en disminución de precariedades. La relación de los colombianos con los impuestos cambiaría radicalmente si las obras se vieran, si la seguridad fuera la garantía para invertir y emprender en cualquier rincón de Colombia, pero no es así, las altas tasas impositivas para las empresas no corresponden al atraso en la infraestructura, a la campeante delincuencia y a los 15 millones de pobres, cinco de ellos en la absoluta miseria.
El pago de impuestos se debe notar más allá de la abultada burocracia; obras son amores y no solo buenas razones, cuando un Gobierno entienda eso, las cosas cambiarán.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados