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Son muchos los gremios de la producción agropecuaria que gozan de impuestos dedicados al desarrollo del sector, unos se notan, pero otros deben rendir cuentas
Los últimos tres presidentes de Colombia han tenido que ver con el destino de los llamados parafiscales, dedicados al fomento agropecuario, una suerte de impuestos de destinación específica que buscan fortalecer todas las actividades que tienen que ver con la seguridad alimentaria y exportaciones nacionales, además del ejercicio intrínseco de desarrollar cada uno de los cultivos o de las actividades pecuarias que se benefician.
Hay parafiscales para los arroceros, cacaoteros, caucheros, cerealeros, hortofrutícolas, leguminosas, palmeros, paneleros, algodoneros, tabacaleros, paperos, ganaderos, avicultores y porcícolas, todas actividades estratégicas del sector agropecuario que están al vaivén de los mercados internacionales.
Los cafeteros gozan del fondo más grande ($319.000 millones) administrado por la Federación de Cafeteros, que financia bienes públicos con la llamada contribución cafetera, en los últimos años se ha mantenido estable y depende de las exportaciones de café y la tasa de cambio.
El segundo más grande es el palmero, con $142.934 millones, seguido del ganadero ($111.000 millones), porcícola ($59.000 millones), hortofrutícola ($36.011 millones), avícola ($32.825 millones), arrocero ($24.000 millones), cacaotero ($17.000), papero ($10.080 millones), cerealista ($7.495 millones), panelero ($4.726 millones), leguminosas ($1.942 millones), soya ($1.912 millones) y algodón ($811,9 millones).
Todo es dinero público con destinación específica se nota más en unos sectores que en otros; nadie discute de la efectividad de este parafiscal en el bienestar y fortaleza de más de medio millón de familias cafeteras en todos los departamentos del país.
En cientos de municipios, es más importante el gerente del comité cafetero de su departamento que el mismo alcalde o gobernador, es una realidad que ha mantenido a raya la pobreza en las zonas de cultivo; ojo: no es el cultivo en sí mismo, es la parafiscalidad y la democracia cafetera. Los mismo sucede en regiones específicas productoras de leche, especialmente en Antioquia, en donde funciona a la perfección una gran empresa cooperativa como Colanta, muy a pesar de que poco o nada se beneficia del parafiscal de la leche, que administra Fedegan, y que han tenido una rivalidad histórica. En esencia, los cultivadores de papa no deberían pasar las crisis de mercado y de precios que experimentan sus productores si el fondo funcionara mejor.
Otro sobresaliente es el de los avicultores, que va muy bien en su desarrollo y que es una de las actividades del agro más sofisticadas de los últimos años; el listado se cierra con otros innecesarios y algunos muy enredados, pero todos en Colombia deben saber que hay dinero público de destinación específica que debe multiplicarse para verdaderamente tener una despensa alimenticia que sustituya importaciones.
El expresidente Santos le quitó por tres o cuatro años el parafiscal a los ganaderos; el ex presidente Duque les devolvió el dinero, ahora el Presidente amenaza quitarle la administración del fondo cafetero al gremio, lo que es una verdadera torpeza, no solo por la importancia del sector en la economía, sino porque los cafeteros son los mejores alumnos en la parafiscalidad. La Contraloría siempre ha pasado de agache cuando se le pregunta por la vigilancia de ese impuesto, ojalá esto sirva para que gremios y supervisores mejoren esta idea que es bien buena.
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