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Por supuesto que los empresarios tienen puestas las miradas de admiración por echarse la economía al hombro, pero son los “pequeños hombres de negocios” los personajes del año
Tenderos, taxistas, enfermeras, farmacéuticos, campesinos, peluqueros, mecánicos, todos los hombres y mujeres que realizan oficios y profesiones -desde la verdadera primera línea de la sociedad-, son los personajes de un año muy bueno para la economía, gracias a que los empresarios grandes y medianos le metieron el hombro a la recuperación, asumiendo una cuantiosa reforma tributaria, una ambiciosa vacunación privada y cuñaron la reactivación con un incremento del salario mínimo de 10%.
Colombia es un país de grandes empresarios locales comprometidos con sus comunidades, que lideran en casi todos los sectores de la economía y que durante la pandemia no han sido inferiores al reto de sostener la dinámica de oferta y consumo desde las distintas actividades. El Gobierno Nacional ha encontrado en los protagonistas del sector productivo a unos auténticos aliados incondicionales que convierten al país en ejemplo de progreso, concertación y crecimiento.
Es muy probable que en términos de PIB, Colombia haya liderado el ranking regional durante el año que termina, cifras que solo se conocerán bien entrado el próximo febrero, cuando todos los actores estén enfocados en finalizar ya el primer trimestre de un nuevo año, que se aventura mejor, por la estabilidad, el compromiso y la dinámica que se teje por estos días. La economía no se trata solo de monitorear los indicadores fundamentales que pocos entienden, lo importante es auscultar las dinámicas urbanas, rurales, regionales, distintos sectores, estratos socioeconómicos y diferentes generaciones.
Y es allí, en la dinámica microeconómica, que casi siempre pasan desapercibidos, en donde habitan los personajes económicos de este año; esos que desempeñan roles, funciones, oficios, casi invisibles, pero que con su actividad diaria no dejan que la gran economía se derrumbe.
A los llamados “pequeños comerciantes”, tenderos, transportadores independientes, las pequeñas manufacturas familiares, almacenes de barrio, carpinterías, logística, entre otras muchas actividades, a todos esos colombianos que montan un negocio formal y lo sacan adelante, se les debe que la gran economía no se haya hecho trizas durante los dos últimos años, marcados por la crisis sanitaria y las violentas protestas sociales que hicieron de la calle campos de batalla de destrucción.
Son los canales de distribución más efectivos, generadores de dos o tres empleos, ellos fueron y siguen siendo quienes construyen cada día la economía de bolsillo, robustecen la economía familiar, la hogareña, esa que los centros o instituciones de investigación económica solo la observan agregada sin destacar su peso ni identificar el reto permanente de desarrollo, de administración con excelencia, eficacia de sus finanzas personales, y para quienes no hay tregua, ni días malos, solo hay jornada tras jornada de arduo trabajo para rentabilizar sus pequeñas actividades, no de sobrevivencia, de progreso.
Nunca sobrará hacerles el reconocimiento merecido como personajes del año a los hombres y mujeres que, al lado de los grandes empresarios y del Gobierno Nacional, no permitieron que la economía familiar fuera más estropeada por las situaciones sociales. Razones como esta permiten siempre esperar que Colombia tiene un gen de desarrollo de construcción interna que diferencia al país de sus vecinos y que algunos lo llaman resiliencia.
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