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Colombia se raja en los indicadores de desarrollo y a casi nadie le importa, pero en lo que sí debe haber mucha preocupación, es lo digital.
Los colombianos se acostumbraron a recibir noticias siempre malas sobre todo lo que tiene que ver con la competitividad. Ninguno de los reportes internacionales es bueno para el país que se raja en casi todos los indicadores que miden los factores fundamentales del desarrollo, tales como educación, salud, gobierno, impuestos, pero sobre todo, en infraestructura, esa basada en cemento, arena y hierro. La escuela de negocios de Suiza, el IMD, que lleva el termómetro de la competitividad global, acaba de publicar su Ranking Mundial de Competitividad Digital y para variar al país le va realmente mal. Concluye el informe que las 63 economías que fueron medidas, Colombia cayó del puesto 58 al 59, es decir sólo estamos por encima de países que por lo general están sumidos en la pobreza o atraviesan por un conflicto interno de larga duración. Venezuela cierra el ranking global al ubicarse en el lugar 63, superando solo a Mongolia e Indonesia. La gran reflexión es que sin los países asiáticos, estamos casi el mismo nivel de Venezuela en el desarrollo digital, un país vecino que camina a pasos agigantados a ser inviable o Estado fallido.
Los factores que mide el IMD tienen que ver con conocimiento, tecnología y preparación, temas generales de desarrollo que se comparan entre los países en medio centenar de sub-indicadores individuales que determinan su lugar en el entorno digital globalizado. Asuntos como regulación pública, transformación tecnológica y adopción de nuevos avances son fundamentales para subir en el escalafón; el punto es que las “asignaturas” que se evalúan son casi temas desconocidos en el sector público y en casi todas las empresas del sector privado, que muy a pesar aún se encuentran en la segunda o tercera revolución industrial, desconociendo la verdadera economía digital.
Uno de los mayores problemas de la brecha digital, que el país económico no ha podido reducir, es que los gobernantes y su grupo de funcionarios de turno cuando piensan en infraestructura sólo se remiten a la construcción de políticas públicas que tiene que ver con la construcción de vías, puentes, túneles, aeropuertos o puertos, todas obras visibles basadas en materiales palpables como el hierro, el cemento o la arena; muy pocos le dan la misma importancia a la calidad y cobertura del servicio de telefonía celular; la potencia del internet; los puntos gratuitos de Wifi, y todos esos nuevos servicios públicos que están midiendo la competitividad digital. Al desarrollo digital de Colombia le está sucediendo lo mismo que con la innovación, esas palabras manoseadas que se convierten en comodines para presentaciones oficiales y para llenar planes de desarrollo que nunca ejecutan con eficiencia.
Ahora que se va a estrenar un nuevo Gobierno Nacional con ideas jóvenes, que ha expresado especial interés por el mundo del emprendimiento, de la economía naranja, del desarrollo digital, sea ésta la oportunidad de enfatizar que el país que recibirá el próximo 7 de agosto está totalmente colgado en competitividad y que la brecha digital se amplía sin remedio, y no es porque los empresarios así lo quieran, sino porque no existen políticas públicas con final feliz donde se comprometan con el verdadero desarrollo. Y lo primero que hay que entender es que infraestructura no es sólo lo que abarca la llamada ingeniería civil, es también todo el tema digital.
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