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La banca está cambiando a pasos agigantados y tanto el cliente como la entidad financiera se han volcado a las aplicaciones, al tiempo que se ha disparado la siniestralidad operativa
A los bancos extranjeros les queda muy difícil competir en Colombia por dos razones: la primera porque es un sector muy regulado altamente competido, si se compara con mercados más desarrollados, y la segunda, porque las entidades nacionales son altamente profesionales y eficientes cuando han tenido que interpretar el cambio en los hábitos y necesidades del cuentahabiente.
No es gratuito que el liderazgo de los bancos locales se acentúe en el mercado por el desarrollo eficiente de servicios de billeteras digitales, operaciones inmediatas en aplicaciones, agilidad en aprobaciones crediticias y facilidades para brindar nuevos servicios.
Las sucursales físicas han ido desapareciendo porque la tecnología ha permitido servicios bancarios las 24 horas del día durante todas las jornadas del año, y nadie puede negar el gran avance en la cobertura territorial con los llamados corresponsales bancarios que abarataron los costos y ampliaron la bancarización en todos los 1.103 municipios de Colombia.
No en vano el crecimiento de los cuentahabientes, contados en usuarios de tarjetas de crédito, más de 16 millones de plásticos y 45 millones en débito, sigue su tendencia al alza, y cuando se cruza número de celulares (80 millones de números) con el de clientes de bancos (34,7 millones en todos los productos) aún hay una brecha por cubrir que señala el mercado que demanda sincronizar hábitos y consumos de las personas. En esa carrera frenética de servicios financieros a través de los teléfonos celulares se ha caído en desprotección al cliente bancario, pues han proliferado las estafas, los delitos financieros y muchas inocentes equivocaciones de los mismos usuarios que desnudan el universo ético de algunos colombianos.
Cada vez es más recurrente que los nuevos usuarios bancarios, quienes hacen operaciones por medio de sus celulares, se equivoquen en números, montos, nombres, etc., toda una serie de errores vinculados a la falta de costumbre de estas operaciones y su dinero se pierda sin remedio. Otra exposición sin protección es la falta de claridad de costos, horarios y servicios.
No es posible que en un país moderno que le apuesta a la tecnología, una consignación entre bancos de distinto dueño, en fin de semana o después de las 3:00 pm. solo se haga realidad en horarios de oficina. También está ocurriendo que muchas personas no tienen claros los costos para los clientes de las novedosas billeteras digitales y más en los servicios de los neobancos.
Mucho de eso se va a arreglar cuando el Banco de la República ponga a andar el sistema de pagos de cara al consumidor financiero, que beneficie al cuentahabiente y le ahorre tiempo y dinero en microperaciones, pero el grueso de los microproblemas financieros debe atenderlos la Superintendencia Financiera, una entidad que ha madurado al ritmo del desarrollo económico, que ha sido protegida por autoridades financieras internacionales y que aún goza de credibilidad.
Los llamados “defensores del cliente” en los bancos están obsoletos y es la Superfinanciera la indicada a velar por el cliente; no solo llevando un largo listado de quejas y reclamos ante los bancos, sino resolviendo problemas novísimos que antes no existían. Es mejor alertar en buen momento pequeños inconvenientes que pueden transformarse en bolas de nieve en redes sociales que dañen al buen sistema financiero colombiano.
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