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Si el Gobierno Nacional no hace algo real, más allá de la palabrería, por garantizar orden público y no dejar caer la economía en recesión, al país le puede llegar la noche más oscura
Los tres problemas más grandes que tiene el país en este momento son: una caída de la economía sin luz al final del túnel, la inseguridad campeante en todos los rincones del territorio, y no menor, un costo de vida que sigue siendo de los más altos del continente.
Tres grandes asuntos sobre los que el Gobierno Nacional debe trabajar a fondo para no dejar que el país caiga en una profunda crisis que comprometa la inestabilidad.
A la actual administración central hay que ayudarle desde todos los frentes, los gremios, la academia y los medios de comunicación, pero ella debe poner de su parte y ceder en cosas tan básicas como la permanente crispación en su discurso, en la sensibilización de sus políticas públicas, y en ponerle fin a la estrategia de dividir a los colombianos entre gobiernistas y opositores.
La economía puede hacer agua en menos de seis u ocho semanas si los ministros del área no actúan con eficacia, son quirúrgicos en sus decisiones y verdaderamente se ponen a trabajar con base en resultados de cumplimiento.
Lo más contradictorio del Gobierno es que su alta gerencia, entendida como los ministerios y los asesores de la Casa de Nariño, quienes son de ideas de izquierda, escuchan al Presidente hablar permanentemente sobre teorías keynesianas en desmedro de modelos neoliberales o de la Escuela Austríaca liderados por Hayek, acentuando o haciendo énfasis en el papel del Estado en la formación de PIB y desarrollo económico, y no como un simple ente pasivo o Estado mínimo que solo debe dejar hacer y dejar pasar.
Pocos gobiernos colombianos en la historia reciente han tenido tal cantidad de recursos para transformar al país: más de $500 billones de presupuesto, una reforma tributaria de $20 billones, precios del petróleo promedio por encima de US$80 el barril cuando Ecopetrol es rentable con barriles a US$40, eso sin contar que el recaudo de impuestos comparado con el año inmediatamente anterior es 15% superior y se acercó en octubre pasado a $250 billones; una cantidad de dinero depositado en las arcas nacionales que ningún presidente había tenido antes.
No hay pandemia, el fenómeno de El Niño no será tan prolongado y no hay problemas estructurales que deban ser atendidos de manera inmediata. Lo que sí abunda es la incompetencia de los funcionarios para ejecutar los presupuestos asignados, para entregar obras, para sacar adelante el Plan Nacional de Desarrollo que tiene puntos precisos en las regiones.
Han pasado poco más de 18 meses de administración y desde el pasado abril hasta septiembre -de donde hay datos oficiales- la economía ha oscilado entre un crecimiento de 0,4% y un decrecimiento de 0,3, es decir, los últimos meses se ha experimentado una pseudo-recesión no declarada, pues el dato del segundo trimestre fue revisado al alza al pasar de 0,3% a 0,4% y en el tercer trimestre con -0,3%, en pocas palabras, una economía que está en cero.
¿Cómo se puede tener una economía de crecimiento 0% con dinero sin ejecutar y hablando de Keynes? Por ahora, aún faltan poco menos de tres años de este Gobierno, los actuales funcionarios han dado muestra de ser muy buenos argumentando y muy malos trabajando en verdaderamente cambiar el país. Nadie se puede quedar sentado viendo cómo el país camina hacia un precipicio económico.
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