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Desde hace casi un mes el dólar está más caro que nunca, se acentúa la devaluación del peso y la inflación no cede, al tiempo que el marco fiscal pide ajustes en pleno cambio de gobierno
Al día siguiente de que Gustavo Petro fue elegido como presidente de los colombianos, el dólar despegó de los $3.900 y dio un salto hacia la franja de $4.000, desde entonces, no ha parado de subir, rompiendo en cada jornada todos los techos históricos, al punto que hoy está más cerca de $5.000 que de $3.000. El grueso de las causas de la fuerte devaluación son externas: guerra en Ucrania, volatilidad del petróleo, altos costos de algunas materias primas, inflación galopante en todos los países y subida de tasas de interés para atajarla por parte de los bancos centrales, entre otros aspectos más particulares en cada país. Pero en especial en Chile y Colombia, cosa que no sucede en Brasil, México o Perú, hay una nube gris amenazante que se ha formado a partir de los mensajes de cambio de modelo económico de los nuevos gobernantes, Boric y Petro, ambos mandatarios de ideas de izquierda, quienes en sus campañas prometieron cambios estructurales, más impuestos equitativos que financiaran una suerte de lluvia de subsidios gubernamentales.
En el caso de Colombia, el mandato del exalcalde de Bogotá -que aún no comienza- ha desatado aspavientos que han servido de teloneros de una difícil situación con aroma de recesión inminente en Estados Unidos y Europa. Desde sus viejas campañas por la Presidencia, el Presidente electo colombiano, ha venido lanza en ristre contra las economías extractivas energéticas y mineras, al tiempo que ha enfatizado en el papel benefactor del Gobierno Nacional, en una suerte de dicotomía entre “no quiero dinero del petróleo”, pero sí entregar “más subsidios y asistencialismo”, en un país que claramente vive de las rentas petroleras. Para pasar de promesas de campaña a confeccionar políticas públicas transformadoras, se ha rodeado de un gabinete con mucha experiencia, pero que en cada salida soplan en una hoguera de confrontación.
Su Canciller, Ministro de Hacienda y mujer dura en la cartera del Agro, ya encendieron los ánimos con opiniones inoportunas con mucho tiempo de antelación, pues el grueso de los funcionarios no han sido nombrados ni se sabe quiénes liderarán la coalición de gobierno en el Senado y la Cámara. Pese a que todo apunta, justo o injusto, al “efecto Petro” sobre la economía, es la Junta Directiva del Banco de la República la protagonista silenciosa de lo que está pasando con la inflación y la devaluación. Es la segunda vez en la historia monetaria nacional, desde la Constitución de 1991, que el Presidente de turno deja nombrados a cinco de los cinco cargos que puede dejar en la institución monetaria, solo el MinHacienda y el Gerente (elegido por cooptación) no son del gobierno saliente, situación que anuncia fuertes enfrentamientos en el asunto macroeconómico, máxime cuando se vuelven a ver las caras el exministro de Hacienda de Duque, Alberto Carrasquilla, ahora codirector del Emisor, y José Antonio Ocampo, nuevo ministro y quien antes era codirector.
Una jugarreta del destino que los pone en orillas distintas, luego de que el mantra de la nueva administración es que el Banco debe preocuparse también por la economía y no obsesionarse por combatir la inflación subiendo las tasas. De momento todo se ve complejo: un dólar camino a los $5.000 y una inflación indómita de 10%, en un segundo semestre que no pinta tan dinámico como los anteriores.
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