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El sector empresarial se teje con personas que hacen empresa para ganar dinero, tributar y generar empleos, nada de esto tiene que ver con la política y mucho menos con hacer oposición
Hace dos décadas que el diario La República entrega el Empresario del Año, una distinción que no tiene un objetivo distinto a resaltar a esas personas que hacen empresa y de paso identificar un ejemplo de aporte social para las nuevas generaciones.
Durante 20 años han desfilado por nuestras páginas cientos de personas que dejan huella con noticias positivas, acentuando la diferencia entre hacer y sentarse a esperar que otros hagan. Es el mal llamado sector privado, como si sus roles y funciones que desempeñan en la sociedad fueran solo para ellos y no para sus comunidades y consumidores. En oposición, como medio de comunicación líder en la información económica, empresarial y financiera, preferimos denominarlo sector productivo para quitarle ese chocante rótulo de privado.
Quizá ese juego semántico les ha servido a los detractores de la actividad empresarial para graduarlos de enemigos u opositores en una época en la que es rentable buscar oponentes, contrarios o encontrar jugadores que suban al ring como auténticos sparrings de alcaldes, gobernadores y presidentes. Es mejor siempre decir sector productivo y no sector privado, pues todo producto o servicio al final termina siendo de los consumidores y su permanente producción una obligación de los empresarios.
En una época de crispación social y de pugnacidad política es casi normal que se busquen enemigos de oficio a los cuales atacar, derrotar y mostrar como trofeos para acentuar la lucha de clases y culpabilizar al éxito de empresas y personas de la crónica desigualdad económica.
A diferencia de países como Cuba o Venezuela, en su momento de quiebre de modelo económico, Colombia tiene un sector productivo local líder en casi todos los sectores de la producción y una red empresarial, industrial, manufacturera, financiera, agroindustrial y de servicios que ha demostrado resiliencia, competitividad, productividad e innovación, pero ante todo: amor, respeto y Patria por su país. Nunca se han ido o abandonado sus empresas, muy a pesar de las circunstancias en su contra, como las eternas inseguridades de orden público, jurídicas o tributarias. Quizá han emprendido aventuras en nuevos mercados para crecer por fuera, pero siempre el epicentro de su actividad es Colombia.
¿Habrá algo más colombiano que Colombina? No solo por la cacofonía, sino porque nos hemos apropiado de sus Bon Bon Bum, que hoy son un producto de exportación que se consigue en más de 90 países en cinco continentes.
Tras esta empresa, una auténtica multilatina, siempre hay un gran presidente, César Caicedo, uno de esos emblemáticos empresarios colombianos que entra a engrosar el listado de Empresarios del Año. Siempre hubo años difíciles, no es la primera vez que la inflación es alta, que el dólar está por las nubes, el crecimiento es muy bajo o que la incertidumbre sea la constante.
Los empresarios colombianos han hecho empresa en peores adversidades y circunstancias y siempre han generado más empleos, pagado más impuestos, abierto nuevos mercados y registrado patentes. No es el momento para empujar a los empresarios al bando de los opositores, ponerles rótulos o graduarlos de enemigos del cambio, un cambio que debe darse sobre lo construido y que no es sinónimo de destrucción de las cosas que funcionan.
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