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EDITORIAL

No hay que dejar enredar la tributaria

miércoles, 28 de julio de 2021

Aprobar la nueva reforma tributaria es el punto de partida para recuperar el grado de inversión perdido y devolverle la estabilidad a la creciente devaluación del peso

LR

Una manera de explicar la importancia de la reforma tributaria radicada en el Congreso, es que su primer intento desató una ola de protestas que no solo lograron retirar la iniciativa de la Cámara, sino que echaron a todo el equipo económico, pero al mismo tiempo originaron una cascada de peticiones de inversión social que a su vez resucitó la iniciativa de más impuestos, mucho más “sincerada”, no ajena a las condiciones económicas, políticas y sociales del país.

Y si a esa tributaria se le ponen los números daría lo siguiente: el ex ministro Alberto Carrasquilla quiso poner ante el Congreso una reforma (la tercera de este Gobierno) de $23,4 billones; cuando sobrevinieron las protestas, éstas clamaron ayudas, subsidios y toda clase de patrocinios y auspicios por unos $120 billones; lo que decantó en asuntos concretos que estaban dentro del programa de la administración Duque, como eran la matrícula gratis en instituciones educativas públicas, las ayudas a las empresas que contraten jóvenes y los subsidios para que puedan comprar vivienda.

En la mitad del camino -entre la primera tributaria y las largas protestas- las agencias calificadoras de riesgo, S&P y Fitch, le quitaron el grado de inversión al país, llevando a nivel de basura el precio de los bonos soberanos. Ni siquiera la disparada de los precios del petróleo, por encima de los US$72 el barril, hicieron que el peso dejara de devaluarse.

Mucho se habló de que los mercados ya habían descontado con anticipación la nota de riesgo, pero la virulencia de los bloqueos a las vías, el vandalismo, la pérdida del grado de inversión y la lentitud en el plan de vacunación, frenaron en seco a la incipiente reactivación que hoy se recupera lentamente, solo que el dólar está disparado; en lo corrido del año ha subido casi $500, una devaluación del peso (14%) que pone a la moneda como la segunda con mayor pérdida de valor en el mundo y lanza una alerta de preocupación por el crecimiento de la abultada deuda externa, también disparada, pues fue la única fuente de financiación de la pandemia que completa año y medio el próximo agosto.

La tributaria del ministro, José Manuel Restrepo, es más razonable con $15,2 billones de meta, lo que paradójicamente la convierte en la de mayor recaudo en la historia reciente, si logra esa objetivo cuantitativo. Más allá de triunfos y derrotas políticas, es primordial enviarle un mensaje a las firmas calificadoras de riesgo y a la banca multilateral de que se está haciendo la tarea fiscal y que el retiro del grado fue precipitado.

Colombia es la cuarta economía de la región, ha mejorado su sistema de recaudo, el petróleo anda en buenos precios y se está haciendo la tarea de acudir al contribuyente empresarial para aumentar sus aportes. Nadie sensato puede ser ciego a lo que está pasando con las cuentas del Gobierno que busca financiar un presupuesto de inversión de más de $320 billones para 2022.

La tercera calificadora de riesgo relevante ha dicho que prefiere esperar el debate tributario para decidir el rumbo de su nota crediticia, sensatez que vale la pena resaltar y usar como mensaje al Congreso y a los políticos para que dejen tramitar en paz y sin iniciativas perversas la tributaria. El país económico y social no aguantan un nuevo desengaño tributario, pues al final siempre alguien deberá pagar los costos.

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