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Maximizar los recursos naturales con un enfoque sostenible es un deber de los estados, el Mundial de Fútbol de Catar le ha mostrado al mundo que el petróleo es para transformar
El Mundial de Fútbol es el espectáculo más grande de la inmensa mayoría de los países desarrollados y cada cuatro años concentra el interés global alrededor del lugar en donde se realiza y organiza el evento en el que participan 32 selecciones de igual número de países. Sin duda alguna, es el evento rey por naturaleza del deporte, las nuevas tecnologías, la publicidad, la moda, el ocio, la cultura, y por qué no, de mostrar el avance social, digital y de las infraestructuras de la sede, que en esta oportunidad recayó en uno de los emiratos árabes más prósperos del Medio Oriente: Catar.
Más allá del alto nivel deportivo logrado por casi todos los participantes, en términos futbolísticos, está el detalle de la economía catarí basada en combustibles fósiles como son la industria de gas natural y el petróleo, que representan 62% de un Producto Interno Bruto cercano a los US$200.000 millones. Sus poco menos de tres millones de habitantes, dispersos en solo 12.000 kilómetros cuadrados, gozan de un ingreso per cápita creciente de US$70.000, prácticamente no hay desempleo y su gran riqueza natural basada en los combustibles se destina a mejorar la calidad de vida.
El tema se trae a colación durante el Mundial de Fútbol de Qatar porque en Colombia al actual Gobierno Nacional se le ocurrió, desde tiempos de la última campaña presidencial, por satanizar a los combustibles fósiles por contaminantes y responsables del calentamiento global. Una hipótesis convertida en tesis que es real y científicamente comprobada desde hace varias décadas; abanderarse del tema de la transición energética y acelerar el cambio de la matriz energética colombiana es loable, pero inoportuno pues la pandemia dejó en la pobreza a más de 21 millones de colombianos, siete millones de los cuales viven en pobreza extrema. Ahora bien, decidir y ordenar no explorar más petróleo, justo cuando se vende a buen precio y en el horizonte no se ve otra cosa que la muerte de esos combustibles no es una política sensata.
Catar con su emir, Hamad Al Thani, y el primer ministro, Abdul Aziz, le están mostrando al mundo que hay que “restear” los combustibles fósiles para mejorar la calidad de vida de los habitantes de los país. Es como si esos mandatarios se hubiesen enfocado hace una década en asfixiar el petróleo y el gas en su economía y apostarle a la crianza y exportación de camellos o la extracción de perlas, dos productos en los que también son ricos. Catar podrá estar atrasado en otras situaciones culturales y sociales a los ojos del mundo occidental, pero en infraestructuras civiles, aeroportuarias, estadios, autopistas e inmobiliario urbano demuestran que son un país más dotado que muchos del primer mundo, todo gracias a las millonarias exportaciones de crudo y gas.
Lo más importante es que tanto el presidente Petro, como su ministra de Energía, Irene Vélez, están cambiando la manera de ver el petróleo y el gas; es el resultado de más de cuatro meses de administración en los que no pueden desconocer el papel del petróleo en las arcas nacionales y de Ecopetrol como generador de grandes negocios regionales. Dice un estribillo que los únicos que no cambian son los tontos y se aplica ahora que el país económico debe acelerar la extracción de gas y petróleo no solo para aprovechar los buenos precios, sino para usar esos recursos para mejorar las infraestructuras o sacar a más colombianos de la pobreza absoluta.
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