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En medio de una bonanza petrolera, el Gobierno entrante debe cambiar su idea de parar las actividades extractivas y lanzar un plan de maximización, antes de que el mercado cambie
Los históricos resultados de Ecopetrol se derivan de los buenos precios de los combustibles en el mercado internacional, muy por encima de los US$100 el barril, la devaluación del peso frente al dólar, los planes de mayor producción y las eficiencias administrativas logradas en los últimos ocho años. Es un hito económico que la petrolera estatal registrara ingresos entre abril y junio por $43,9 billones y $10,5 billones de utilidad. El acumulado de los primeros seis meses fue $76,4 billones en ingresos y $17,1 billones en ganancias. Ganó más entre enero y junio de 2022 que en el acumulado de las utilidades que generó en 2021 cuando fueron $16,7 billones o $16,3 billones al descontar los totales de ISA.
Pero tanta dicha se esfuma por dos razones: la primera por la publicitada postura ideologizada anti-extractiva del Gobierno entrante y su animadversión petrolera y minera; y dos, porque esas utilidades registradas que se trasladarán en dividendos al dueño mayoritario -léase el Estado- se devolverán a Ecopetrol por la deuda creciente al Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles; en pocas palabras, será un dinero que pasa de un bolsillo al otro, quizá generando una ilusión.
Pero es el primer punto el que realmente preocupa, pues sobre el segundo debe haber sensibilidad de que el nuevo Gobierno Nacional está obligado a subir el precio de la gasolina para ir desinflando el déficit de ese fondo y ponga el precio al nivel de los demás países. Colombia sigue a las economías de Venezuela y Bolivia, como el mercado con el combustible más barato, una realidad que no se compadece con la verdadera situación fiscal.
La realidad es que el presidente electo, Gustavo Petro, recibirá una estatal petrolera volando en sus cifras y en competitividad de su administración, lo que le obliga a repensar las ideas populistas de parar los pilotos de fracking, suspender nuevos contratos de producción y exploración y reenfocar el grueso de las exportaciones nacionales. Son ideas contracorriente inoportunas, pues las necesidades sociales del país le obligan a seguir financiando la inversión social con recursos derivados del petróleo, además no hay necesidad de ser pioneros en el mundo de las energías renovables cuando las necesidades son tan onerosas, al tiempo que los grandes contaminadores siguen con su explotación petrolera son inconvenientes ni pudores.
Hay situaciones y políticas públicas internacionales en las que es mejor ser gregarios que líderes. No quiere decir que el cambio político prometido para Colombia no se apalanque en Ecopetrol para acelerar sus negocios y planes de energías renovables, el mensaje al oído de las nuevas autoridades energéticas y mineras es ir acorde a las necesidades del país y fortalecer las competencias desarrolladas hasta el momento. No se puede hablar de matar la gallina de los huevos de oro cuando no hay en la granja más proteínas a la mano. Estamos lejos de poder des-petrolizar la economía colombiana, es prácticamente imposible tener los ingresos que hoy brinda el petróleo de otros productos de exportación, además ya las firmas calificadoras de riesgo están en alerta. Fitch Ratings dijo que “la agenda de reformas de Petro crea incertidumbres sobre el crecimiento y perspectivas fiscales de Colombia”, un comentario que puede ser dañino sino no hay claridad sobre el futuro del petróleo.
La división política de Colombia es obsoleta, defendida a capa y espada por el centralismo, poder diseñar 10 o 12 regiones es la tarea que tienen los líderes políticos hacia 2030
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