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El Gobierno debe cerrar su ciclo trabajando en la recuperación del grado de inversión, perdido por reformas tributarias hechas a la carrera, ahora hay más condiciones
De acuerdo con los registros consolidados del Banco de la República al cierre de 2021, la inversión extranjera directa mantuvo la senda de superar las cifras de 2019, año previo a la pandemia. Ya se observa una recuperación de 4,8%, al alcanzar US$7.164,5 millones, aún lejos de los US$10.273 millones registrados durante la prepandemia (2019).
En economía lo importante es la tendencia de las situaciones y ésta claramente es buena para las cifras que registra el país, que poco a poco se recupera en sus indicadores fundamentales: crecimiento, inflación, desempleo, inversión extranjera, déficit fiscal, y algunos otros más, que tardarán algún tiempo en llegar a sus niveles de hace tres años; que dicho sea de paso, no eran buenos como en los años anteriores recientes.
Hay un efecto de arrastre evidente en el comportamiento de la economía colombiana, 2019 fue un año regular para la dinámica de la economía de ese momento; 2020, ha sido el más malo de la historia reciente, pero el rebote de todos los indicadores en 2021 dejarán un saldo a favor para que este 2022 sea mucho mejor, más sólido y sobretodo reenfocarse en los verdaderos retos como es la recuperación del grado de inversión perdido por no hacer las reformas estructurales pendientes y tres articulados tributarios no estructurales.
La reflexión es que todos los elementos están dados para que las firmas calificadoras de riesgo revisen la nota crediticia, y así la inversión extranjera pueda regresar al país a sectores estratégicos como el energético, la industria y el agro.
Para poder volver a los niveles de inversión extranjera de años pasados, atraer capitales tradicionales y ser competitivos en un mundo globalizado, no solo se debe tener la buena nota de las calificadoras, sino garantizar también seguridad jurídica y tributaria, pues muchas veces la incertidumbre política, los bandazos, las reformas tributarias permanentes, la inseguridad en el orden público y el cambio en las reglas de juego institucionales, van en contravía de la transferencia de capitales para hacer nuevas empresas.
En el acumulado del año pasado, las inversiones extranjeras en productos como petróleo, hidrocarburos y la minería subieron 22,8% anual, pasando de US$3.919 millones a US$4.810,9 millones, confirmando el interés por la explotación en sectores tradicionales; pero en otras categorías llegaron a US$2.353,7 millones, menos del doble que a la tradicional extractividad.
A septiembre, transporte, almacenamiento y comunicaciones atrajeron US$1.430 millones y los servicios financieros US$1.807 millones. Es muy interesante ver la procedencia de estos recursos de inversión extranjera directa; EE.UU. es el mayor inversor con 18,8% (US$1.349 millones), España es el segundo origen con 15% (US$1.057 millones), Países Bajos con US$998 millones, Suiza US$905 millones, entre otros centros de distribución de inversiones. Si el grado de inversión estuviera evacuado, seguramente estas cifras podrían duplicarse, pues hay centenares de empresas multinacionales listadas en las bolsas de valores que no pueden hacer inversiones o llevar recursos a países que no cuentan con la nota crediticia.
El MinHacienda y representantes de la economía colombiana en los epicentros de la actividad financiera global deberían enfocarse en recuperar el grado de inversión, las cifras ayudan, el crecimiento del PIB, los datos al alza del recaudo, entre otras cosas.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados