Como van las cosas octubre cerrará con la resurrección del dólar, pues el peso se ha devaluado 9% en dos semanas y seguramente el cambio estará en unos $4.300. La inflación de este mes que termina, el décimo mes del año, debe seguir la misma tendencia de los dos anteriores y el Índice de Precios al Consumidor dictan un probable dato de entre 5,5% y 5,9% anualizado.
A vuelo de pájaro el camino que está siguiendo la inflación es bastante bueno de cara a la negociación del salario mínimo, el costo de la canasta familiar y lo que no es menor, las tasas de interés. La Junta Directiva del Banco de la República, ya envió un mensaje de tranquilidad y estabilidad en el manejo monetario al reelegir a Leonardo Villar por otros cuatro años, es decir, cierra el periodo presidencial de Gustavo Petro y recibe al mandatario que sea elegido para el periodo 2026-2030, una señal de gran valor para la estabilidad y los temores infundados de probable emisión o debilitamiento de la independencia constitucional del Emisor.
Lo que esperan en la próxima junta directiva es que las tasas sigan bajando, ojalá de 50 puntos básicos en 50 puntos básicos, para que el consumo lo sienta, que destrabe el sector de la construcción, la venta de carros y se anime el consumo de los grandes centros económicos del país. En este momento, las tasas siguen siendo altas: la tasa de usura, rectora del costo de las tarjetas de crédito está más arriba de 28%; los créditos hipotecarios superan 12%, los de libre inversión y rotatorios entre 14% y 18%; un panorama poco atractivo para que una persona, una familia, y las mismas empresas, decidan hacer inversiones.
Es un imperativo, sin descuidar, el mandato constitucional de mantener el poder adquisitivo del peso colombiano bajar la tasa de 10,25% a 9% al finalizar el año; para que 2025 comience con expectativa de mejora en los fundamentales económicos. No será fácil porque la crispación política está empañando el rumbo económico del país y Colombia no ha logrado funcionar por dos carriles independientes, en el que por una vía vaya la economía y por la otra la política.
Eso no se logra por la altísima normatización del devenir económico colombiano; Invima, Dian, SIC, SuperSociedades, SuperFinanciera, Creg, ICA, entre otras entidades públicas, siempre serán oficinas estatales con mucho poder en el libre mercado. Son ocho semanas cruciales para la economía, para el cierre del año, que al final de todo no será tan malo como algunos analistas lo pintan; claro que el potencial del país es mayor, que Colombia debería estar creciendo a otro ritmo, que el desempleo es muy alto y que no aprovecha las fortalezas de una economía regionalizada, pero eso es mucho pedir por ahora hasta que no hayan debates conscientes sobre el deber ser del país.
La mala idea, en medio de la lenta reactivación económica, de aprobar una reforma tributaria se ha esfumado y seguramente el Congreso de la República no le va a jugar a ponerle más impuestos a las familias y a las empresas, lo que es un hecho que genera tranquilidad.
Ahora solo queda que la reforma laboral que cursa en el Congreso y que ya comienza su análisis en el Senado, sea mucho más amigable para con el sector productivo, pues cargar con más costos a la generación de empleo va en contravía de la informalidad, que a la postre, es el verdadero flagelo a derrotar.