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Ningún funcionario del Gobierno debe usar ciertas palabras que tienen repercusiones en los mercados, hablar de cesación de pagos y emergencia económica son temas pesados
Al final de la semana pasada, el presidente Gustavo Petro, dijo con entonado acento que “si las comisiones terceras no aprueban aumentar el techo de deuda, simplemente o hay cesación de pagos o tengo que decretar la Emergencia Económica. No dudaré en hacerlo”, ambas acciones ejecutivas de profundo calado en los mercados financieros locales e internacionales.
La cesación de pagos sería llevar a la economía a un estado de “no va más”, es algo peor que la misma pandemia; es dejar de pagar las deudas en un país que vive al debe y en donde la red industrial, bancaria y empresarial vive del endeudamiento. La cesación de pagos no es nada distinto a estar quebrados, a ser insolventes y procede una liquidación del patrimonio de todos, sin beneficio para los acreedores y empleados.
Es irresponsable hablar de estar quebrados cuando nadie entiende que los funcionarios no ejecuten el dinero o se lo roben, tal como el mismo mandatario denunció en Popayán, en donde se excusó por no manejar bien la tragedia del municipio de Rosas porque “se robaron la plata”, funcionarios que su Gobierno nombró.
La economía colombiana está débil, pero no está en recesión, sigue en terreno negro, muy a pesar de la decisión del Gobierno Nacional de no estimular las industrias extractivas ni de lanzar un plan de reactivación. En las últimas décadas, todos los países que han entrado en default por no pagar sus deudas les ha precedido una gran crisis económica que en Colombia no se ve.
Aún no se ve una crisis económica y social, como tampoco se han lanzado alertas desde las instituciones financieras multilaterales, ni siquiera los inversionistas privados tenedores de bonos colombianos han hablado del tema.
México en 1982 y en 1995, experimentó una situación de cesación de pagos, pero se veía venir de tiempo atrás de cada crisis; en la Rusia de 1998, se habían sufrido las consecuencias de la crisis asiática y el rublo era una de las monedas más devaluadas, el gobierno devaluó más la divisa y se declaró moratoria unilateral sobre la deuda externa. Argentina en 2001 estaba en recesión desde 1997 y no controlaba sus deudas, el gobierno se inventó un “corralito” para limitar el monto de los retiros de los bancos; la historia duró hasta 2016. En 2008, el protagonista fue Ecuador que suspendió el pago de su deuda a la mitad, un país experto en no pagar sus cuentas.
Grecia en 2015; Venezuela entre 2015 y 2016; son los casos más recientes. Pero jamás Colombia ha estado en esa situación en la historia reciente. Que el Presidente hable del tema es de sumo cuidado y se puede desatar un verdadero pánico en una suerte de paradoja, pues el recaudo de impuestos es normal y sus funcionarios son famosos por no gastar el dinero público, excepto en casos de corrupción.
Lo otro, como consecuencia -según ha dicho el Presidente- es declarar la emergencia económica, lo cual no procede pues no hay razones a la vista.
A la luz de la Constitución, cuando se presentan hechos que perturben en forma grave e inminente el orden económico y social o constituyan una calamidad pública, el Presidente podrá declarar la emergencia, tal como sucedió durante la pandemia que se sumó a la volatilidad de los precios del petróleo y la incertidumbre de los mercados financieros por lo que en ese momento todo tuvo su aval, pero no es el momento de hacerlo, es cuestión de administrar y apretar algunas tuercas en el funcionamiento.
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