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Quitarle los tres ceros al peso debe ser una acción en bien de la economía a la que debe ponérsele fecha, pues no puede convertirse en ilusión
El Gobierno Nacional y el Banco de la República deben elaborar una hoja de ruta seria y ponerle fechas a la modernización del peso, quitándole tres ceros y a su vez eliminar de paso las dos generaciones de la moneda nacional que coexisten en los bancos y en los bolsillos de todos los colombianos. La idea que ya empieza a ser escuchada con insistencia aún no tiene un cronograma oficial y corre el peligro de convertirse en una cortina de humo que tape la realidad electoral del país o sea desechada en medio del frenesí político.
El ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, ya prometió presentar el proyecto de ley en marzo, cuando regresen los congresistas a sus labores ordinarias; con el lío de por medio que muchos de los actuales senadores y representantes no regresarán por dos razones: no salir elegidos o porque cambiaron de la cámara baja a la alta. El presidente, Juan Manuel Santos, ha aclarado que la modernización del peso debe hacerse mediante una ley, que el Banco de la República, así sea una entidad independiente, no tiene potestad para ello. Por lo tanto, el único camino es presentar el proyecto ante el Congreso con mensaje de urgencia; buscar los ponentes en las comisiones económicas de la Cámara y el Senado; dar los debates necesarios, evitando que los congresistas le metan goles, y finalmente sacar la iniciativa gubernamental antes de que caiga el telón sobre esta administración nacional el próximo 7 de agosto. Tal como se miran las cosas desde afuera, no habrá mucho tiempo y el Gobierno saliente se lavará las manos con el necesario cambio de la moneda.
Vale la pena insistir en que es un paso necesario para modernizar el sistema de billetes en dos sentidos: el primero adelgazar el manejo de ceros para efectos contables, y el segundo, para atacar la delincuencia que tiene millonarias caletas con las denominaciones o generaciones de billetes viejos. Ahora bien, en los casi todos los países desarrollados el manejo del dinero metálico o efectivo está en vía de extinción con la llegada de la banca electrónica y la puesta en práctica de la cuarta revolución industrial en el sistema monetario, pero Colombia para llegar a esa etapa debe nivelarse y socializar que un millón tiene nueve ceros y una docena, tal como sucede en la actualidad.
Colombia ha identificado en el turismo un renglón económico para desarrollar en tiempos del posconflicto, pero primero debe facilitarles a los visitantes las formas más globales de pago, y hay que aceptar que a los ceros envisten a los extranjeros. El impacto tercermundista que se brinda al pagar por una hamburguesa $12.900 o por una habitación de hotel $230.500 es enorme, lo mismo sucede cuando por cada dólar se hace a un cambio de $2.850. Mejor se sentiría un norteamericano o europeo pagar $12,9; $230,5 y que le den $2,8 por cada dólar, respectivamente.
El problema va a estallar en la economía informal que intentará redondear todos las cifras a números exactos generando un tufillo inflacionario cuando en nuevo peso esté en la escena económica. Si es cierto que hay compromiso del Banco de la República y de las demás autoridades por modernizar el peso, deberían estructurar un plan de sensibilización muy ambicioso que despeje todas las dudas, mientras que pasa el proyecto de ley. No podemos dejar todo para última hora como siempre ocurre con este tipo de cosas.
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