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Nos enfrentamos a una crisis sanitaria y a otra económica, ambas se juntan y para superarlas hay que pintar distintos escenarios, dividirlos y entender el desarrollo de cada una de sus fases
Este marzo de 2020 se escribirán dos capítulos en la historia del país, uno en el frente sanitario y otro en el económico. El llamado Covid-19 ha desembarcado de Europa con consecuencias aún inciertas, al tiempo que una inusitada guerra petrolera entre rusos y árabes ha llevado el barril de crudo a precios muy bajos, inferiores a los US$30. Sumadas las dos situaciones le han pasado la cuenta de cobro al precio del dólar, que ayer registró el cambio más alto: $4.100 por un dólar, alcanzando una devaluación alarmante de 31% en el último año. De estos dos hechos se han desprendido varias consecuencias en todos los frentes: la Bolsa de Valores de Colombia acumula cuatro sesiones con interrupciones ante caídas superiores a 10% en el Colcap y todas las acciones que cotizan en ella solo han visto números rojos.
Es una suerte de conjunción de situaciones adversas que nunca antes se habían visto unidas en un lapso tan corto. Sin duda alguna, el Covid-19, la caída del petróleo, las pérdidas en la bolsa y la devaluación de las monedas emergentes son un auténtico cisne negro en términos de Nassin Taleb, cuando alertó por este tipo de eventos disruptivos e inesperados de gran impacto que se observan pocas veces.
La pandemia está derrumbando los mercados con una violencia superior a la presentada durante las últimas crisis financieras, la de las hipotecas en 2008 y la del 11-S con epicentro solo en Nueva York; el Covid-19 ha puesto en jaque a la economía mundial y los mercados financieros de todos los países que no veían venir una situación generada en China, que ha sufrido en silencio gran devastación, máxime cuando de todas sus cifras oficiales se desconfía. Ahora la constante son los temores a contracción a gran escala y a una consecuente recesión mundial, pues nunca antes se había parado el transporte, el turismo y se había infundado tanto temor a los viajes de negocios. Hay visiones más pesimistas que advierten sobre una depresión, pero no se puede caer en ese tipo de observaciones sin saber aún cuán grande es el frenazo de las empresas y las finanzas.
Mientras tanto, el Gobierno Nacional no debe hacer una cosa distinta que diseñar escenarios, pintar estrategias y analizar las fases de desarrollos de las crisis paralelas. Un primer escenario parte de una inevitable recesión económica a nivel global, para lo cual deben darse respuestas fiscales como el ahorro y la inversión. El Ministerio de Hacienda debe actuar con el Banco de la República para bajar las tasas de interés muy por debajo de 3,5% para evitar un frenazo en el consumo de las familias que ha sido el motor del crecimiento. La probabilidad de escapar de una recesión es poca y como siempre, se debe blindar la economía doméstica.
Otro escenario, optimista, parte de la esperanza de que el impacto del Covid-19 sea efímero, pues una vacuna estaría en camino ya que ha golpeado a las grandes economías. Si a esta realidad se suma un apetito inversionista inusitado por las fuertes caídas en las acciones, habría un buen cierre de año. El verdadero problema, pasados los daños generados por el virus, es que las arcas del Estado se están quedando sin dinero en un momento en el que se ha prometido no hacer más reformas tributarias, promesa que se debe incumplir, pues es imposible hacer obras sin recursos. Pero en medio de crisis por el frenazo en la economía, nadie quiere hablar de más impuestos.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados