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La llegada del nuevo gerente de la federación de cafeteros es la oportunidad perfecta para que colombia aproveche los benficios de un mercado que consume 166 millones de sacos
Colombia por muchos años se ha caracterizado por estar en el podio de producción mundial de café, pero la caída desde el récord de 14,7 millones de sacos en 2019 a 11,1 en 2022 nos deja tambaleando en un mercado competitivo que produce unos 175,35 millones de sacos cada año.
Para muchos es ridículo que en un negocio que crece permanentemente y que tiene una demanda constante, por encima de 166 millones de sacos anuales, Colombia no sea una verdadera potencia económica, que logre generar en el país divisas y especialmente bienestar económico en las regiones productoras.
Es por esto que la llegada del nuevo Gerente de la Federación Nacional de Cafeteros es más una oportunidad que un simple nombramiento, pues el líder tiene la posibilidad de aumentar la productividad, volver sexy el sector para los jóvenes, crear empleo en las regiones, y reindustrializar al país en torno al grano que nunca ha perdido su popularidad y que tiene un marketing impulsado por marcas globales como Starbucks, Tim Hortons y Lavazza.
La realidad del café en Colombia está lejos de compararse con el de las vitrinas y productos de estas marcas, así que entre los retos de la nueva gerencia está lograr la unidad entre productores y que entre todos se creen los caminos para que no solo se recupere el sitio entre los mayores productores, sino que Colombia se beneficie del valor agregado y la cadena que puede crear el producto en la economía y para 540.000 familias.
El reto de la productividad no es menor pues esto permitiría lograr la meta establecida hace varios años de 20 millones de sacos de café. Esta debe ir acompañada de la renovación de cafetales envejecidos, en un proceso similar al que se logró en 2007 y que generó el récord ya mencionado hace cuatro años. El programa debe incluir apoyo directo para los pequeños productores, para que logren aumentar el número de árboles por hectárea.
Un programa de estas características, acompañado de contratos diseñados especialmente para el agro, la formalización de tierras y la inclusión de tecnología y educación, podría fácilmente impulsar el beneficio económico en las regiones; más si se tienen en cuenta las ventajas que trae un dólar alto en la economía.
La punta de lanza puede estar en el propio Juan Valdez, la marca insignia ante el mundo y que nació en 1959 por la agencia Doyle Dane Bernbach (DDB). La empresa genera ingresos operacionales por casi US$121,1 millones, pero la meta, así parezca ambiciosa, debería estar en al menos acercarse a los ingresos de los gigantes del comercio, que superan los US$26.500 millones cada año, a través de más de 36.000 tiendas, muchas de ellas franquiciadas a otras empresas que conocen la operación local en diferentes regiones.
Entre los últimos puntos, pero no menos importantes, ya que todos deben irse adelantando como un plan estratégico, está la reinclusión de la mujer en el sector, con la inyección de recursos para promover el empoderamiento y nuevos proyectos con valor agregado; la mejor inversión de los parafiscales, que son de cerca de US$95 millones al año; y consolidar el gobierno corporativo, que será la base para todas estas reformas. Mantener la meta clara y transparente será el punto fundamental del proceso.
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