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No sobra llamar la atención sobre alzas en la deuda externa que solo el mes pasado creció más de US$3.368 millones, un asunto que preocupa
La deuda externa es uno de esos fantasmas de 1.000 formas protagonista de las más terribles pesadillas de los gobiernos y que genera reacciones muy diversas. Endeudarse no es malo, es más, es el único principio financiero correcto para evolucionar las diferentes fases de la economía, pues no se pueden lograr mayores avances si no existen deudas que honrar; y a un país le ocurre lo mismo que a las empresas, las familias o los consumidores. Las deudas no son perjudiciales por sí mismas, el gran problema tiene que ver con destinar un gran porcentaje de los ingresos a pagar las obligaciones financieras o sobreendeudarse para costear bienes y servicios innecesarios. En el caso de un país, las deudas están determinadas por el tipo de gasto o inversión que financió con deuda externa y el costo asociado. Por ejemplo, no es lo mismo prestar para construir infraestructura que para pagar burocracia o simple funcionamiento. Después de la gran crisis de la deuda externa en América Latina en los años 80, y luego con la crisis de 2008, las cosas han cambiado y los países han aprendido a tener unas deudas llevaderas conforme a sus ingresos presupuestados.
El lunes, el Banco de la República dio a conocer las cifras de deuda externa correspondientes a septiembre de este año: el dato asciende a US$127.759 millones. A pesar de que el monto de la deuda tuvo un alza, como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) se nota una caída; en septiembre de 2017 representaba 39,5% del PIB, y en el mismo mes de este año era 37,6% del PIB. Lo importante es que hay un incremento neto de US$3.368 millones frente al mismo mes del año pasado, una situación que enciende las alarmas en medio de la discusión por la negociación de una nueva reforma tributaria que no logró reunir los $14 o $19 billones de déficit, sino solo $7 billones. Aunque esa es una nueva tarea: demostrar verdaderamente a cuánto asciende el déficit del presupuesto, pues la Contraloría General habla de $30 billones.
Si miramos la deuda externa colombiana vemos que ya ronda 40% del PIB, un porcentaje tolerable, pero muy alto para un país que crece muy poco y que depende del precio del barril de petróleo. El sector público creció su deuda en US$362 millones, llegando a US$72.694 millones, 21% del PIB. Solo la deuda del gobierno central llegó a US$48.891 millones, US$2.789 millones más si se compara con el mismo periodo de 2017. Si se mira la deuda del sector privado se tiene que hace un año representaba 16,6% del PIB, mientras que ahora equivale a 16,2%. Los bancos son responsables de US$14.597 millones de la deuda privada, mientras que otras empresas no financieras tienen obligaciones por US$35.980 millones. El campanazo de alerta tiene que ver con que septiembre fue el mes en el que se presentó el indicador más alto de la deuda, el récord anterior de 2018 había sido de 37,5% del PIB alcanzado en julio y abril. Las deudas a largo plazo son de mucho cuidado y es uno de esos indicadores que monitorean permanentemente las firmas calificadoras de riesgo y la banca multilateral y la alerta que se enciende porque claramente el Gobierno Nacional debe honrar muchos compromisos adquiridos en anteriores administraciones y está claro que los colombianos no quieren pagar más impuestos, y como van las cosas, no hay otra manera que acudir a la deuda y a recortar gastos.
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