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Colombia no avanza en términos de percepción global de corrupción y poco camino se anda en función de una mejoría, aun si se mezcla con el populismo
Transparencia Internacional analiza 180 países y elabora un listado que mide la percepción de la corrupción y mira su evolución con el paso de los años. Para Colombia las cosas van de mal en peor, pues este año cayó seis posiciones y ahora se ubica en el puesto 96, el año pasado estaba de 90.
Dicha percepción no sorprende a nadie, pues si se miran los resultados de las encuestas más recientes, uno de los males que más le preocupan a los colombianos de cara a las próximas elecciones legislativas y presidenciales es la corrupción. El gran problema nacional y más crónico que nunca, es que no se avanza más allá de solo preocupación; solo campañas y buenas intenciones: la justicia no camina y casi siempre los corruptos se salen con la suya, incluso se han convertido en iconos aspiracionales de nuevas generaciones. Además, es un consuelo de tontos. Brasil, Panamá y Perú, también están en las mismas, la percepción de corrupción aumenta sin que nada se pueda hacer en esos países de la región.
Hay otros como El Salvador, Bolivia, Ecuador y México, en donde la situación empeora mucho más. Un ambiente distinto se vive en Uruguay y Chile, que están en las posiciones 21 y 24, respectivamente. Los peores de la región son Venezuela y Haití, que están en los puestos 169 y 158, respectivamente. En términos generales, América Latina no es una región que se perciba como sana en donde crezcan las buenas prácticas, casi todos los países han sido sacudidos por graves escándalos de sus gobernantes, en ocasiones asociados con empresas del sector privado.
Los países con mejores desempeños del mundo son Nueva Zelanda (89), Dinamarca (88), Finlandia (85), Noruega (85) y Suiza (85). Los peor calificados son Somalia (9), Sudán del Sur (12), Siria (14), Afganistán (15), Yemen (16) y Sudán (16).
En el aspecto local preocupa la explosiva mezcla de populismo con corrupción que se evidencia en varios casos: primero, los herederos políticos de funcionarios corruptos se lanzan al Congreso sin que nadie pueda evitarlo; segundo, las promesas de campaña falaces que llegan sin contraste a la opinión pública y se convierten en verdades a medias, y tercero, que mandatarios locales, regionales, congresistas sindicados o parientes suyos, siguen activos en la política desafiando la institucionalidad. Por eso, Transparencia Internacional recomienda mayor compromiso por parte de todos para desarrollar acciones conjuntas que permitan prevenir, investigar y sancionar los hechos de corrupción y contribuir al desarrollo de nuestras sociedades.
Dice la ONG que en el país existe “fragilidad en el sistema político y la trampa es un mecanismo para acceder al poder. Es necesaria una reforma que toque la financiación política, el funcionamiento de los partidos políticos y la transparencia en la rendición de cuentas”. A renglón seguido pide “romper con el clientelismo en el empleo público y la contratación (...), la Administración Pública ha sido tratada con descuido y mero interés clientelar; ya sea para transar votos por burocracia o para capturar los dineros públicos y ponerlos al servicio de rentas personales o de intereses particulares”.
Si de verdad se quiere cambiar la percepción de país corrupto se debe enfrentar los focos que se legitiman llevando sus protagonistas al Congreso, incluso a la Casa de Nariño.
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