Desde hace ya varios meses se venía previendo el ajuste ministerial que ha hecho ahora el Presidente y que coincide con la crisis generada por el paro agrario y de transportadores, hechos que han deteriorado en forma considerable la imagen del primer mandatario y su gobierno, al punto que para sus críticos el ajuste es consecuencia del mal manejo dado a los paros y revueltas y no de un ejercicio de planeación o estrategia política. La realidad es que es una combinación de ambos asuntos.
Hay una clara propensión a fortalecer las relaciones de gobierno con el Partido Liberal, pues tres de los nuevos ministros son militantes de ese partido y dos del Conservador. También se ha advertido que quienes llegan son oriundos de regiones distintas a la capital, lo cual supuestamente es coherente con los reclamos locales por una aparente indiferencia del primer mandatario a lo que ocurre en el país. En forma independiente a la militancia política y origen de los nombrados, hay conclusiones que interpretan lo que quiere Santos, para esta etapa de su gobierno.
La primera es que el Presidente optó por la experiencia muy propia de quienes han trajinado por distintos escenarios de la vida pública y privada, antes que por la tecnocracia ilustrada que parecía haberse tomado la administración pública desde hace varios lustros. Los casos de los nuevos ministros de Justicia, Alfonso Gómez Méndez; Minas, Amílkar Acosta y Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, ilustran muy bien la idea presidencial. Los tres son conocedores de sus áreas, no solo en teoría sino en el terreno. Cada uno tendrá sus retos grandes y complicaciones muy propias de la vida nacional.
Nadie espera que los titulares hagan cambios en sus áreas en lo que queda del gobierno. En el caso de Gómez, seguramente no tendrá dentro sus propósitos revivir la reforma a la justicia que tanto necesita el país, sino que su reto mayor está en la configuración legal de las propuestas que saldrán de la negociación de paz con las Farc; en el caso de Acosta estará en sacar del limbo la locomotora minera, uno de los puntales del desarrollo, pero que por distintas razones ha entrado en una etapa de parálisis poco propicia para el clima de inversión privada. Su coordinación con la nueva titular de Ambiente deberá mostrar que tiene claro para dónde va la industria extractiva.
El nuevo ministro de Agricultura no solo deberá atender los reclamos de campesinos agobiados por problemas que se han venido enquistando en forma gradual y que dieron origen al conflicto, sino que deberá atender otros temas como el modelo empresarial que debe regir en el campo colombiano si quiere modernizarse y ganar en competitividad.
Por ahora, desearle suerte al gobierno con sus nuevos integrantes y de su trabajo y estilo habrá tiempo para hacer las evaluaciones del caso.