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En Colombia todo es susceptible de usarse políticamente para abrir brechas ideológicas, y es válido, pero en ese ejercicio no se puede desacreditar la COP y de paso dañar a Cali
Tradicionalmente, las sedes de los grandes eventos deportivos, sociales, culturales y empresariales, son Bogotá, Medellín y Cali. Esas tres grandes capitales colombianas han desarrollado en las dos últimas décadas la infraestructura adecuada para atender eventos masivos.
Sin duda, la COP16, es el evento internacional más grande que ha recibido Colombia y se tiene previsto que derrame sobre la ciudad una cifra cercana a los $200.000 millones y que se haga una inversión de otros $150.000 millones. Como en todos los grandes eventos globales que se convocan sobre clima, ambiente y sostenibilidad, los países que más contaminan, China y Estados Unidos son los ausentes, y poco a poco otras naciones del G8, también en entrado en el modo de negación para evitar compromisos multilaterales que afecten sus intereses económicos.
La COP16 de Cali no ha sido la excepción; al mismo tiempo sí ha sido la reunión de partes más multitudinaria que para medir sus efectos hay que dividirla en dos partes. A la primera puede denominarse “zona verde”, a la cual están convocadas todas las muestras de empresas, comunidades, colectivos y personas naturales que quieran mostrar algo.
En esta ocasión, y por primera vez en el mundo, se han volcado miles de personas y empresas como expositores y asistentes de un tema que antes era solo de gobiernos. Casi 50.000 personas están deambulando por el centro de Cali empapándose de temas postmodernos que tienen que ver con la sostenibilidad, y cientos de empresas, las más importantes de Colombia, se han tomado el evento para hacer paneles, reuniones, exposiciones y muestras de lo que están haciendo en pro de la construcción de un mundo mejor.
Por otro lado, en la llamada “zona azul” se están congregando miles de representantes de todos los países del mundo quienes a puerta cerrada discuten sus compromisos gubernamentales. Es una suerte de zona dura y zona blanda; una para políticos, burócratas y funcionarios, y otra, para feriantes y profesionales de los temas ambientales. Y ese debe ser el análisis más responsable, ver cómo Cali ha resucitado de la noche a la mañana y ha dejado atrás por un par de semanas, de hablar sobre los problemas crónicos sociales que aquejan a la capital del Pacífico y del suroccidente, casi 10% del PIB colombiano.
Hacer oposición desinformada y ramplona sobre el éxito o fracaso de la COP16 es peregrino y no se compadece con el proceso social que lleva el suroccidente colombiano. Puede ser que los habitantes de los departamentos del Valle, Cauca, Nariño y Chocó, por primera vez en la historia, se entiendan como región del Pacífico, del valle geográfico del río Cauca, sean conscientes de sus riquezas ambientales, naturales y climáticas y hagan de su ubicación geográfica su pase al futuro.
Cali ya ganó, cambió el monotema de la inseguridad, pudo mostrar y presentar que tiene riquezas que en otras partes de Colombia y el mundo no existen, y sobre todo, experimenta una reactivación económica que hoy por hoy no tienen las otras grandes capitales. Hasta la misma presencia de mandatarios africanos y afros del Caribe son un triunfo para la región, máxime si se tiene presente que el Pacífico, es ante todo, afro y que reconocerse, ubicarse en la historia y en el mundo, es la primera fase para salir adelante y construir un mejor futuro.
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