Por el último gabinete ministerial

Al Gobierno Nacional le queda poco más de 500 días al frente de la administración central, tiempo suficiente para entregar una gestión en condiciones, pero muy escaso para mostrar las grandes transformaciones sociales, tal como se prometió en campaña presidencial.

Y ese desfase entre promesas y realizaciones tiene que ver con la probidad para los cargos de ministros, viceministros, directores, gerentes, superintendentes y presidentes de las empresas industriales y comerciales del Estado.

Es una exageración revisar el número de ministros que han pasado hasta ahora por la administración central, poco menos de 60 nombres; los viceministros ya pasan del centenar; e incluso, hay entidades todavía en encargos, pues nunca encontraron las personas idóneas para llevar a cabo las funciones.

La rotación y la baja ejecución son las constantes en el primer gobierno de izquierda de Colombia y fruto del estilo de gobierno que le ha impreso Gustavo Petro; hay funcionarios de muy alto nivel, cruciales para el desarrollo económico, quienes nunca se han reunido con el Primer Mandatario, al tiempo que muchos otros, tienen que seguirlo en sus redes sociales para seguir su línea de actuación.

Ahora que se deben nombrar varios ministros, pues todos presentaron su carta de renuncia protocolaria hace un par de semanas, el Presidente debe acompañarse de profesionales probos en sus dimensiones de ser y hacer; los problemas del país son estructurales y no se pueden nombrar personas de comportamientos oscuros, políticos profesionales con intereses electoreros, funcionarios manchados por investigaciones, y menos aún, incapaces que nunca han tenido personas a cargo.

Temas como la inseguridad en todos los rincones del país, el bajo crecimiento económico, el nuevo orden geoestratégico, la complicada situación fiscal del país, además de los asuntos endémicos como la informalidad, el desempleo, la evasión de impuestos, entre otros, necesitan de grandes profesionales que lleguen al Gobierno Nacional a sacar políticas públicas de alto impacto para el bien de todos.

Queda poco tiempo y el Presidente tiene que rodearse de gente más profesional, que sepa de administración pública, proba en ética y que sus nombres no generen restas ni divisiones, que solo sumen y multipliquen en el momento más crucial para esta administración.

Obviamente, todos los cargos públicos -excepto los elegidos por voto popular- son de libre nombramiento y remoción, pero ojalá ese camino nunca sea usado en el poco tiempo que queda porque son eficientes, gestionan, solucionan, diseñan y crean proyectos para el país.

Por qué no pensar en un gabinete de unidad nacional para el cierre de esta administración, uno que no genere más crispación política, que esté conformado por profesionales académicamente cultivados y con experiencia en manejo de equipos multidisciplinarios para que el país no pierda más tiempo sin hacer nada, estancado en el bajo crecimiento y capturado regionalmente por la inseguridad campante.

No puede sonar a utopía que el Primer Mandatario acuda a las universidades y a las empresas en búsqueda de unos ministros y viceministros capaces de hacer avanzar al país. Si el Presidente opta por el camino de un gabinete politizado para enfrentar las elecciones al Congreso y a la Presidencia del próximo año, habrá errado la gran oportunidad de construir país por fuera de la politiquería.