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Por fortuna, como van las cosas, al próximo Presidente de Colombia lo elegirán las ideas económicas y no el miedo al conflicto interno, como ha sucedido por más de tres décadas
En los últimos días, dos temas dorsales para el país han jugado un inusual protagonismo en el clima político que experimenta Colombia: las pensiones y el petróleo. Una situación inédita en un país acostumbrado a que los problemas del conflicto interno, como guerrilla, narcotráfico, diálogos o tratados de paz y el orden público, sean los que dirimen o zanjan el nombre del huésped de la Casa de Nariño cada cuatro años.
El candidato que lidera las encuestas y quien ganó en número de votos las pasadas consultas partidistas, Gustavo Petro, ha sido quien pone la delantera en los temas económicos y los vuelve espinosos, polémicos y conflictivos, al lanzar propuestas indecentes, irrealizables, descabelladas o simplemente necesarias para la Colombia de 2002 a 2026. El Petro de esta versión es mucho más atrevido, tendencioso, intrépido o audaz en el discurso disruptivo que elabora en cada oportunidad, al de hace cuatro años, sin sopesar o medir las verdaderas consecuencias de sus palabras. Dice lo que la gente quiere oír sobre temas técnicos de los que poco se sabe o son de difícil explicación simplista. En el asunto petrolero, no existe la menor posibilidad de que las arcas nacionales se puedan llenar sin la explotación de crudo; mucho menos hay margen real de que con aguacate hass, cualquier otro producto agroindustrial o el turismo se remplacen ingresos anuales equivalentes a una reforma tributaria que le deja el petróleo al Estado. Hay que empezar por decir que sin el dinero que aporta el petróleo, no hay viabilidad en las inversiones sociales en los municipios que se vienen haciendo solo con las regalías.
El manejo del tema petrolero que haga el próximo Presidente de Colombia es fundamental para el futuro de la economía; recibirá, de la fecha al próximo 7 de agosto, unas arcas llenas gracias a los buenos precios del crudo en los mercados internacionales, pero se verá obligado a manejar tal bonanza como consecuencia de las importaciones. El segundo tema económico, que por ahora está servido, tiene que ver con las pensiones.
Nuevamente, Petro armó el zafarrancho al lanzar el bulo de que los banqueros se quedaban con 30% de las cotizaciones de los trabajadores y que destinaría lo cotizado por los trabajadores al fondo público administrado por el Gobierno, desconociendo variables simples como que es solo 3% de administración que toman las AFP y que legalmente las cotizaciones en los fondos privados están en un fideicomiso legal, que vulnerarlo sería claramente una expropiación. La gran polémica obliga a los candidatos a estudiar y tener conocimiento del neurálgico tema pensional, que sigue teniendo baja cobertura y no ha zanjado los roles y funciones de Colpensiones y las administradoras de fondos de pensiones, de tal manera que ambos sistemas coexistan como espina dorsal contributiva para todas las pensiones.
Hay que decirlo, Colombia le lleva años luz a otros países en pensiones y salud, hay cosas que no funcionan pero el grueso soluciona los problemas fundamentales; se pueden mejorar, más no destruir. Por fin llega el debate económico entre los presidenciables, como nunca había ocurrido en la historia reciente, lo cual debe aplaudirse para que el próximo Presidente de Colombia se escoja por modelo económico, propuesta integral de libre mercado, competencia y respeto por la propiedad privada y los logros en términos de bienestar social que se han tenido hasta ahora.
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